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Parece una broma infantil o un intento fallido de crear una película de terror de bajo presupuesto, pero es una pura sátira dirigida a los llamados “europeos civilizados“. Es cuestionar qué hay detrás del rostro sonriente de un humano que sólo se preocupa por su comodidad física. La imagen resultante no es agradable. El público no lo aceptaría si se lo dijeran directamente. Incluso podrían llamarlo intolerante, lo que hoy en día es como la pena de muerte. Es por eso que la idea queda enterrada bajo una cámara temblorosa y una trama estúpida.

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