Originalmente la película acababa con el General mostrando consideración a su enemigo entregándole su petaca de whisky al moribundo para que la ejecución le sea más leve y le dispara. El General, con la satisfacción del deber cumplido, bebía un trago a su vez.
La censura americana se indignó cuando recibió el guion de la película y vio este final: podía estar en el bando de los buenos, pero el General era un monstruo y debía pagar por sus
bigladiesman
Alfred Hitchcock seguía dando rienda suelta a su pasión por las historias de espionaje, adaptando esta vez las aventuras – harto recomendables - del primigenio héroe del género creado por William Somerset Maugham a partir de sus propias andanzas: Ashenden, dramaturgo metido a agente secreto en los días de la Primera Guerra Mundial, probablemente el equivalente al James Bond o el Harry Palmer literarios de la primera mitad del S.XX (se dice que el... (seguir leyendo)