Ficha Si la Cosa Funciona

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Críticas de Si la Cosa Funciona (1)


Mad Warrior

  • 24 Nov 2022

8



Las cosas suceden con un fin, aparentemente ilógico y que puede llevar a todo un sistema a la ruina total, y el intentar reestablecer el orden sólo conduce a un desorden mayor, pero por el camino algo se arregla...¿verdad?

Entropía, en su más pura forma dentro de los esquemas de neurosis, fobias, ilusiones, esperanzas y amores de la existencia humana, enclaustrada una vez más en el vasto panorama neoyorkino, la isla gris donde nadie duerme ni nadie está en paz consigo mismo. Escenario conocido por todos, una vez más volvemos a sus enormes avenidas y atravesaremos sus pintorescos parques de la mano de su mayor patrocinador, el sr. Allen, que nos dejó en él con el sabor mitad amargo, mitad leve de ¨Melinda y Melinda¨, cuando la promesa de marcharse de su tierra natal era algo más que un secreto a voces.
A la edad de 75 años cruzó el Mundo y vivió un breve romance con Europa, siendo la culminación un título que encantó a los críticos y tuvo sus galardones, claro, e incluso funcionó en taquilla...pero ha terminado siendo ignorado por casi todos (en especial los fans españoles, y nuestras razones tenemos): la tediosa ¨Vicky, Cristina, Barcelona¨. Gracias a Dios regresa al lugar al cual pertenece, y rebuscando en su baúl da con un guión concebido en aquellos tiempos en que el éxito teatral se conjugaba con la reciente aclamación en la industria del cine, y para tener a su colega Samuel Mostel de protagonista, pero cancelado debido a la inesperada aneurisma que le provocó la muerte.

Su reemplazo, tres décadas después, no es otro que Larry David. Uno se imagina esta secuencia inicial, que incluye un diálogo de tres minutos, casi sin cortes, entre el siempre asombroso cómico experto en la improvisación y el público, siendo interpretado por el propio Allen en el escenario de un teatro cualquiera del centro de Manhattan a mitad de los años 70, si bien ha afirmado que no escribió el papel para él. Lo podría haber hecho; su presentación nos deja claro que Boris no es sino la versión más radical y furiosa de otros personajes del director, pero no tocada por la autocompasión ni el deseo de victimización.
Antiguo profesor de física y mecánica, se regodea en su egolatría sin límites, su misantropía insoportable, su desprecio universal; quizás una evolución oscura de los ya feos y tortuosos Alvy Singer, Larry Lipton, Isaac Davis o Gabe Roth, sin alcanzar la rabia autodestructiva de Harry Block...y es que Boris no desea destruirse, pues hasta en eso ha fracasado, sólo rechazar cuanto le rodea y un retiro a su paulatina descomposición. Pero el destino, como siempre en Allen, media para equilibrar las fuerzas del cosmos, y se lo manda a ese cínico de tomo y lomo en forma de belleza sureña desamparada con el nombre de Melody y el hermoso y sencillo rostro de Evan Rachel Wood.

Se produce el milagro, no deseado al principio, y la maniobra que los protagonistas de ¨Annie Hall¨ y ¨Manhattan¨ llevaban a cabo con Annie y Tracy tiene otra vez lugar; maniobra de Pygmalion: moldear a la paleta inocente que no es de Chippewa Falls, sino de Mississippi, hasta transformarla en la escultura idealizada de la que enamorarse luego. Sucedió antes y con los mismos errores; Boris transmite un conocimiento y visión de la existencia tan triste como el de Isaac y tan oscuro como el de Alvy, incapaz de hacer mella en Melody, que desea ser parte del Mundo y la sociedad.
Todo destruido por ese destino que llama a la puerta con la Sinfonía n.º 5 de Beethoven, y la inesperada llegada de una madre presagiando el caos que se arremolinará alrededor de la chica, en quien se centra el film dejando en un segundo plano al protagonista. En realidad el intento de Pygmalion tiene que sobrevivir a la presencia de la entropía por cuyos largos brazos pasan todos los protagonistas; y Allen, en la sobria técnica típica y ese escenario urbano repleto de los elementos que han ido llenando y distinguiendo su universo único, nos alecciona, sobre el poder del azar, la casualidad, contra los actos voluntarios y los deseos de cada uno.

Y cómo ese azar les manipula y atrapa, o más bien la fuerza de la misma entropía. En este entorno cosmopolita, frívolo y estéril, a la vez excitante y sorprendente, es inevitable que pasen por una fase de reconstrucción de sus vidas sin que algo en ellas se desestabilice y nada pueda volver al estado anterior. Magistrales Patricia Clarkson y Ed Begley en sus papeles de Marietta y John como ejemplo de tal evolución, cuyos principios religiosos, conservadores y morales se deben venir abajo, en este caso a través de la corrupción y hedonismo que ofrece New York, para liberar sus auténticos ¨yo¨.
Aunque a simple vista el cambio producido en el sistema (la vida, en el contexto humano), tan cuidadosamente construido, sólo ha generado un caos irremediable sin otro fin, es que algo debe perder cada personaje en dicho caos para, por medio de un duro proceso, hallar más tarde una compensación vital, un reparo, y aceptarlo y convivir con ello. La ironía de Allen siempre excusada con una justificación razonable y universal, y servida con su habitual humor afilado entre los pliegues de una comedia romántica a menudo demasiado leve, a menudo indulgente, pero para nuestro deleite dentro de su idiosincrasia y estilo.

Si quiere ser así es porque la nota final no es tan negra como la de ¨Delitos y Faltas¨, ¨Maridos y Mujeres¨, ¨Desmontando a Harry¨ o ¨Manhattan¨. Ni Boris ni los demás tenían nada a lo que aferrarse, pero lo logran, remitiendo a una de sus ideas: aferrarse a algo si ello lleva a la felicidad aun cuando el caos lo devora todo; la acción no ha de guiarse por la lógica de la ética como promulga Bentham, qué demonios.
La película funciona bien, una agridulce, algo desfasada, pero agradable vuelta a las raíces, gracias a un David imponente que escupe como nadie las lúcidas frases de Allen, quien a partir de entonces, en mi opinión, se ha dedicado a ofrecernos trabajos menos emocionantes...



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