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Mad Warrior

Críticas de Mad Warrior

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Two Wives Two Wives 20-11-2022
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¨Limpio, brillante y hermoso¨, reza el eslogan de un espacio que, como reflejo del matrimonio y el hogar conyugal, ha de promover esta visión pura, honesta fuera de toda duda.
Al menos eso cree Michiko, la hija del jefe...

Hasta que empiece a percatarse de que nada a su alrededor es tan limpio y hermoso como imaginaba, y de que las relaciones humanas, sobre todo entre hombres y mujeres, se alimentan de la mentira, la traición y la ignorancia tras una cuidada fachada. Es un mundo muy adecuado para ser descrito por alguien como Kaneto Shindo, en uno de sus muchos guiones, que adapta de la novela ¨The Man with Two Wives¨, del autor Hugh Wheeler (uno de los miembros del legendario grupo Kelley/Webb/Wheeler/White, quienes a veces lanzaban sus obras bajo pseudónimo de Patrick Quentin).
Se hace cargo Masumura tras la obra maestra ¨Red Angel¨, y por supuesto vuelve a contar con la presencia de su musa Ayako Wakao; se les une por primera vez una Mariko Okada retirada al trabajo independiente junto a su marido Yoshida, en lo que es la unión de dos de las mejores actrices del cine nipón. Así, de la Manhattan de la posguerra se nos introduce en el Japón del resurgimiento económico y las grandes empresas, aunque el primer encuentro entre los protagonistas se da en un bar cualquiera; aquí el Bill del libro es Kenzo y Angelica es Junko, la novia de los tiempos de la universidad.

Como se irá viendo, los encuentros entre hombres y mujeres son realmente importantes y en cada uno de ellos se expone un aspecto crucial de su carácter; Kenzo es un buen ejemplo de la reestructuración social y económica que ha experimentado el país tras la guerra: de autor idealista y sincero a directivo de oficina ambicioso y sin escrúpulos, pero nunca los hombres de los ¨thrillers¨ de Masumura enmarcados en el universo empresarial estuvieron modelados a la manera de los héroes. Aquí confluyen dos de los escenarios más visitados de su obra: el mencionado y el melodrama íntimo y fatalista dominado por el peso femenino, algo que ya hiciera en su anterior ¨With my Husbands Consent¨.
Así que, a pesar de que el poder y la codicia la monopolizan los hombres, son las mujeres las que harán virar el destino de todos con sus actos y decisiones; la Betsy literaria es Michiko, puesta al otro lado del espejo de Angelica/Junko, una pleno modelo de la tradición japonesa, tan decente y altruista como autoritaria, la otra una pobre maltratada llevada por el amor pasional...pero las dos con el profundo anhelo de ser amadas. Es irónico que la historia se cimente en los interiores de una compañía que promueve con tanto afán la honestidad cuando alrededor de la protagonista pululan los individuos más indignos, quienes se usan, chantajean y manipulan a su antojo.

Una pareja de empleados (Junkichi y Masae) que malversan fondos, un padre viudo que tiene una aventura con la mujer del anterior y una hermana menor (Rie) que viene a encarnar la inevitable rebelión contra el autoritarismo moral; este reducto de silenciosa corrupción podría haber seguido existiendo de no ser por la aparición de un monstruo, Shotaro, amante actual de Junko y un doble de Kenzo aún más egoísta. En la historia se germina un intermedio de conflicto y súbita revelación por su parte hasta que las manos de Michiko, en defensa propia, se alcen contra su crueldad.
Como MacKendrick, Masumura y Shindo dan un valor especial al poder de destrucción de los inocentes, y crea, al igual que éste, otros instantes de una incómoda sordidez y violencia, física y psicológica, casi todos filmados en interiores claustrofóbicos, impidiendo la huida a los personajes, cada vez más acorralados, y envueltos por una fotografía de suaves tonos ocres que ofrece, a éstos y al espectador, una falsa seguridad. Cuando el crimen sucede y el Mal es ajusticiado, todo se revuelve en varios sentidos (ya prefigurados en las flechas pintadas en la calzada de los créditos iniciales...flechas cuyo destino eran las alcantarillas).

Durante toda esta segunda parte el asesinato es sólo la progresión de la corrupción humana que se venía gestando, pero el que derriba los cimientos de la acomodada vida de los personajes, y a través de la cual Kenzo puede abrir los ojos y contemplar el mundo que le rodea y del que es parte; también habitual de los anti-héroes del cineasta, éste llega muy tarde a tal revelación, sin embargo luchará contra las fuerzas que le oprimen. Sorprendente y retorcida la evolución propuesta: cuando por fin decide operar por medio de la sinceridad, aquellos antes ocultos en las apariencias se defienden con constantes calumnias y mentiras, cerrándole todas las puertas...
Y en especial Michiko, que resulta no ser mejor que los demás. Caen las máscaras y sale la auténtica verdad, muy sucia; y la verdad es que, salvo Junko, la víctima sacrificial a todos los niveles, nadie merece salvarse. A una manera muy europea, siempre con música melodramática de fondo, Masumura va encadenando pacientemente las piezas del suspense y sacando de la oscuridad a sus cobardes protagonistas, de una extrema fealdad, hasta ese momento amargo y significativo, milagroso, en que las dos mujeres se encuentran y son capaces de apreciar tanto sus diferencias como sus similitudes; un cara a cara que alcanza un grado superlativo por la maestría de las atrices, elevadas al nivel de Andersson y Ullmann en ¨Persona¨.

En sus intrigas en el seno empresarial, la corrupción, manejada por el poder masculino, infecta y destruye a todos, incluso a veces al heroico protagonista; en este caso, al mediar mujeres entre dicho poder, Masumura permite a la honradez y el honor tomar parte y la resolución propuesta, si bien dañina para unos, es satisfactoria para aquellos que lo merecen.
Prevalece el sentido de la justicia: Ayako en ¨A Wife Confesses¨ no pudo salvarse y fue sacrificada, pero Junko puede salir a la calle, respirar y dejar atrás a esos demonios y su oscuro pasado, mirando el Sol en busca de alivio...y así nosotros.


Danko: Calor Rojo Danko: Calor Rojo 18-11-2022
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Uno es el capitán más duro y tenaz llegado de las lejanas tierras soviéticas, el otro es el sargento más lenguaraz y poco ortodoxo que ha pateado las calles de Chicago.
Juntos no van a detenerse hasta que el flujo de droga de un país a otro quede cortado para siempre...si es preciso derribando la ciudad o cubriéndola de cadáveres.

Como toda cinta de Arnold Schwarzenegger, ¨Calor Rojo¨ (su título en realidad) se ganó hace ya mucho tiempo un hueco especial en la estantería del salón junto con otras igual de míticas protagonizadas por él en aquellas fechas. Estrenado en 1.988, el film fue un compendio de personalidades: las de James Belushi (que venía de hacer ¨El Rector¨), Walter Hill (que había realizado la interesante pero olvidada ¨Traición sin Límites¨) y por supuesto el austriaco, en la cúspide de su popularidad tras ¨Depredador¨.
El caso es que éste último quería trabajar con el segundo en una película de acción donde resultase lo suficientemente convincente, así que le dio el rol de agente de la ley soviético a partir de un guión concebido a seis manos que no cesaría de reescribirse durante la producción, parte en Chicago, parte en Austria y parte en Moscú, siendo Hill el primer director estadounidense que logró filmar en la Plaza Roja (aunque camuflando el rodaje como el de una película independiente para evitar problemas con las autoridades). Allí, entre las calles de aquellas heladas tierras tras el Telón de Acero, tiene a bien comenzar la intriga.

Porque aunque de primeras parezca que encarnando a ese Ivan Danko se nos pone delante un Schwarzenegger muy duro y serio (más que de costumbre) y que imita sin pudor las expresiones de Clint Eastwood (a quien se le rendirá tributo de una forma muy especial), el prólogo de ¨Calor Rojo¨ bien podría inscribirlo entre esa estirpe de oscuros ¨thrillers¨ con la Guerra Fría y las tensiones político-sociales como principal temática que tanta popularidad acumularon desde mediados de los 60 y tenían aún en los 80. Intriga bañada de violencia y un gran sentido de la acción y el ritmo como siempre ha acostumbrado el bueno de Hill.
Pero en una decisión pésima, tras los combates en la nieve, los tiroteos en pequeños bares moscovitas y una trama construida alrededor de la persecución entre el protagonista y el peligroso traficante de drogas Viktor, la acción se desplaza a las atestadas avenidas de Chicago, y todo lo que podría haber sido esta historia se desmorona como un castillo de naipes. Ahora sigue habiendo intriga y suspense, sí, y mucha acción y violencia fantásticamente bien filmada, pero el fondo no es el mismo...y ahora se mira a esas típicas ¨buddy movies¨ que tanta popularidad acumularon en los 80 y que se dispararía gracias al propio Hill con ¨Límite: 48 horas¨.

Ya se habían dado muchas combinaciones de agentes, ahora tenemos al socarrón y arrogante Ridzik y al estoico soviético Danko tras Viktor, quien se verá atrapado entre ambos de manera demasiado conveniente (al estar el primero tras la pista de unos traficantes de drogas que deciden hacer negocios con éste último). Pues se escapa y entonces comienza la aventura, correctamente desarrollada entre las trepidantes andanzas y recogida de pistas a pie de calle y las paredes de la oficina, donde sobre todo se reciben sermones y broncas; y por cuenta del simpático sr. Belushi, que vuelve a interpretarse a sí mismo, el humor se eleva sin que parezca haber un límite.
Sin embargo, la introspección psicológica y emocional que nos brindara ¨Arma Letal¨ o la sensación de ruda aspereza que exudaba la misma ¨Límite: 48 horas¨ aquí no está presente, y el ambiente en esa Chicago tan revestida de un estilizado uso de las luces de neón, los vapores y el negro de la noche, se vuelve más frío que cuando la historia tenía lugar en Moscú. Si bien los diálogos y situaciones íntimas entre Belushi y Schwarzenegger funcionan a un nivel cómico decente (y de ahí no pasa), el film destaca realmente en otro aspecto, además de en la acción, claro (bien queda demostrado a lo largo de esa persecución en autobús que permanece como una de las más originales de la década, y del género).

Y es en la caracterización de los dos protagonistas extranjeros. Por un lado ese fuerte y expeditivo policía que aterriza como un alienígena en una sociedad donde la incomprensión es recíproca; desde luego es un acto de audacia el de Hill el situar, en una época donde todavía permanecía la huella de la Guerra Fría, a este hierático Danko en unos EE.UU. corruptos, sucios y violentos donde los criminales poseen los mismos derechos que los inocentes (la burla a las leyes y la burocracia americana es impagable al intentar equipararla con la sociedad comunista soviética). Por otro lado tenemos a un carismático villano encarnado de manera muy convincente por Ed ORoss, y que es de lejos el mejor personaje del film.
Y un elenco que sin duda merece la pena recordarse, desde ese genial Peter Boyle a la jovencísima y preciosa Gina Gershon (soy de los que prefieren verla de actriz secundaria en sus primeras películas) pasando por Richard Bright, Oleg Vidov, Brion James (un malo obligatorio de la época) y un buen Brent Jennings como el ciego Elijah, sin olvidar el cameo de Peter Jason (al que tantas veces hemos podido ver junto a John Carpenter). Todo ello sirvió para que ¨Calor Rojo¨ lograse unos beneficios en taquilla que no cumplieron precisamente las expectativas del director y sus acólitos...

Sí, el film funcionó en el mercado del vídeo, pero ni por asomo fue el bombazo que todos esperaban, y más grande fue la sorpresa (o la decepción) al estar protagonizada por Schwarzenegger en el mejor momento de su carrera.
Queda para el recuerdo como un entrañable y entretenido ¨thriller¨ que pudo ser mucho más de haber tomado la dirección adecuada. En realidad aquí hay una gran película: dura un cuarto de hora, se sitúa en Moscú y es una de las mejores cosas que ha rodado Hill en su carrera (...eso y la mencionada persecución en autobús).


El Aventurero de Medianoche El Aventurero de Medianoche 14-11-2022
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Recorrer las carreteras polvorientas, patear bares de mala muerte, dormir en viejos moteles, y dar tumbos, desde que el Sol salga y empiece a quemar las tierras de Nevada hasta que se esconda tras las montañas de Oklahoma...
un viaje sin fin, sin retorno, esa es la vida de un aventurero de medianoche.

Esa recién iniciada década de los 80 va a representar toda una reinvención de ideales, valores y formas para Clint Eastwood, va a probar cosas ahora que tiene libertad y poder para hacerlo, a abstraerse aún más en sus deseos y aspiraciones personales, sin terminar de abandonar a su público; al igual que Scorsese, también estructura su filmografía en obras dedicadas a sus fans y otras a él mismo, por eso tras el fracaso comercial pero sueño cumplido de ¨Bronco Billy¨ invierte mucho dinero para la irregular y extraña ¨Firefox¨, incursión en el ¨thriller¨ de espionaje con complejos efectos visuales.
Cuando ve recompensado su esfuerzo regresa entonces a su universo íntimo; lo lleva a cabo interesado por otra novela, esta vez del compositor y autor Clarence Carlile, quien tiene la misma edad del nativo de San Francisco y un gusto especial por la intrahistoria norteamericana. Es un nuevo cambio de registro que lo sitúa en los parajes de Philo Beddoe o el malparado Bronco, filmando en lugares reales, empleando a extras pueblerinos y reduciendo los gastos (de sus más de 20 millones empleados en su peripecia de espías a unos humildes 2 millones), además de enrolar a su hijo Kyle en su primera y única interpretación oficial.

Una declaración de intenciones. En ¨El Aventurero de Medianoche¨ Eastwood, si bien experto del ¨jazz¨, se esforzará por volver a encontrar una huella de origen en la Historia de su país y desfigurarla a través del ¨country¨ a la vez que otorgándole un valor más allá de la vida y la muerte; la época es la que lo asola por culpa de la Depresión. Los Wagoneer sobreviven en su granja como cualquiera en ese momento, entonces se levanta una polvareda de mil demonios y de ella emerge Red, recordando a los forajidos llegados de ninguna parte a quienes aquél ya dio vida, concretamente a su emisario de la muerte en ¨Infierno de Cobardes¨.
Como aquél, éste parece un despojo sin rumbo, pero más cansado y borracho, todo un antecesor de Ben Shockley (es increíble lo mucho que se distancian y a la vez que se acercan los diversos personajes de su carrera). Este Red, espectro deambulante, vive de su guitarra, y ya llega con un propósito: una prueba en un famoso auditorio de Nashville, tal vez la última oportunidad de su vida para demostrar a todos y a sí mismo que es alguien. Se empieza a perfilar el sueño en esa tierra de hambruna tan bien conocida por Carlile, quien incluyó elementos autobiográficos en la historia (al contrario de la familia Eastwood, que no llegaron a conocer la gran pobreza ni el destino de los campesinos expulsados de sus tierras).

Y, al mismo tiempo, expuesta bajo una paleta de colores, luces y sombras del maestro de la fotografía Surtees que llegan a alcanzar una belleza pictórica y confieren una atmósfera de cercana naturalidad pero también de pura abstracción a las imágenes. El sueño, como en toda obra de Eastwood, es vivido en comunidad; se descarta a los Wagoneer, cuyo ideal, la del áspero patriarca, es la de tener los pies en la tierra, pero se retiene al abuelo y al hijo, conformándose un trío masculino que une de manera hermosa y romántica el nostálgico pasado, el duro presente y el futuro iluso e inocente.
En este viaje de introspección y evolución por carretera aquél deja volar su imaginación, dedica tiempo a los personajes y al gran escenario que ocupan, con la fascinación infantil de ¨Duro de Pelar¨; pero para desgracia de algunos (de un servidor) es un viaje irregular, atravesado por pasajes que conjugan drama y ese humor tan ¨costumbrista¨ que gusta a Eastwood, funcionando mejor, ni que decir tiene, el primer elemento de la mezcla (ni por asomo calan los instantes del falso atraco, el incidente con el toro, la fuga de la cárcel o esas trifulcas con unas autoridades paletas que se regodean en su ineptitud...).

Uno de los mejores pasajes (y de los más memorables momentos de la filmografía de Eastwood) está centrado por entero en el abuelo (John McIntire, veterano del ¨western¨) y en el relato que nos brinda al observar los páramos de Oklahoma, donde nació Carlile. El niño abre mucho los ojos para observar lo invisible, una leyenda norteamericana verídica dibujada por la narración melancólica del viejo, quien evoca en el ocaso de su vida este recuerdo, el de ¨la mayor carrera de la Historia del país¨, de una esperanza de juventud en la que se unían el gesto fundador de la conquista del Far West, la llegada a la ¨tierra prometida¨, el sueño de un espacio virgen y de un futuro que acabará cubierto por el polvo y los fantasmas.
El sueño se rompe en pedazos (¨Mírala ahora...¨, ¨...Soy demasiado viejo para soñar¨), pero pese a la amarga confesión el abuelo sigue soñando (con llegar a Cainsville, su pueblo natal), y así los demás. Nashville es la ciudad prometida de Red, y al parecer también de la desgraciada Marlene, que se encuentra cual esclava a las órdenes de un perverso mentiroso; pero este personaje cuya ilusión es ser cantante me resulta tan irritante, molesto e innecesario en la historia como al propio Red, que sin ningún encanto completa y da variedad al grupo masculino pero a la vez lo quiebra, al pertenecer a un origen distinto.

Ojalá el guión hubiese convertido a Marlene en esa supuesta hija perdida de Red, pero no fue así. Lo que le sucede es un síntoma del desencanto que impregna Eastwood en su obra; de algún modo los personajes viven de ilusiones que se ven impedidas por el aciago destino, y no obstante prosiguen su camino.
En los EE.UU. de la guerra civil, Josey Wales perdía a su familia y su oportunidad de vivir en paz, mientras Bronco era incapaz de ganar en una tierra marcada por el cinismo y el materialismo; la barrera del protagonista de esta aventura la marca la tuberculosis, y con él se desnuda mucho más.

De hecho su propia vida se confunde con la de Red: amante de la música y la canción siempre recibió malas críticas cuando probó en dicho negocio, no impidiéndole seguir esforzándose en ello (su participación en el extraño musical ¨Paint your Wagon¨ o los ¨singles¨ que ya empezaba a lanzar desde el inicio de su carrera de actor) e incluso alcanzando el éxito gracias a su asociación con el mítico Merle Haggard en 1.980. Aquí su álter-ego se ha visto impedido a lo largo de su vida por las malas conductas de sus otros personajes: egoísmo, ego, mal temperamento, afición al alcohol y a las mujeres, etc....y, no obstante, prosigue su camino.
La historia, que sigue de cerca el paso de la infancia a la edad adulta de Whit, quien absorbe constantemente la transmisión de su abuelo y su tío (aunque la de éste sea más perjudicial que otra cosa, iniciándole en la bebida, el sexo y los ambientes menos recomendables para un niño, al final persiste la mejor enseñanza de todas: luchar hasta la muerte por un sueño), se encauza tras desaparecer Marlene, gracias a Dios, y regresar el primero junto a Red, en una secuencia brillantemente dirigida y fotografiada en un club de reubicados afroamericanos rebosante de magia ¨soul¨.

Nashville no es, como se pensaba, la ¨tierra prometida¨. Por fin escuchamos a Eastwood en el gran escenario entonando con un suave y particular deje la canción estrella del film (a la vez la más complicada), imaginada a medias por el personaje del sobrino, pero la enfermedad también llega, inmisericorde, y el sueño vuelve a hacerse añicos; a partir de aquí y hasta el final Surtees ocultará mucho más en las sombras al protagonista y el pulso del anterior tras la cámara nos golpeará con momentos de gran intensidad dramática sin caer en el vago sentimentalismo. Asistimos así a la degeneración total de un moribundo mientras inmortaliza su paso en la Historia.
Si el espectador medio sólo podía comulgar con la falsa figura de tipo duro que se había construido el de San Francisco gracias a (o por culpa de) tipos como Harry Callahan, el ¨Hombre sin Nombre¨ y similares, aquí derriba para siempre tal mito a través de una secuencia brutal de perdición y debilidad en la que vemos a Red vencido por su tos tuberculosa en el estudio y en mitad de la interpretación de ¨Honkytonk Man¨; ha de ser otro (la leyenda del ¨country¨ Martin Robinson, fallecido, qué ironía, poco después del rodaje) quien termine la canción que él había empezado.

Ése, seguido de los últimos segundos de Red, son de los más desgarradores instantes que haya protagonizado Eastwood en pantalla, y una confirmación blindada de su talento interpretativo; y a pesar de todo la muerte, la misma que han tenido que encarar Wales, Callahan, Jed Cooper, el pistolero vengativo de ¨Infierno de Cobardes¨ y su futura contraparte, el pistolero piadoso de ¨El Jinete Pálido¨, no impide cumplir la fantasía, la cual parte con Whit y Marlene hacia otra dirección, California, otra de tantas ¨tierras prometidas¨.
Para Eastwood esa fantasía se cumple a medias...

La película es un nuevo fracaso comercial y casi de crítica, pasa desapercibida por la inmensa mayoría en EE.UU. y en el resto del Mundo; pero el tiempo, del mismo modo que a su protagonista, la pondría en el sitio que corresponde.
Kyle no sigue los pasos cinematográficos de su padre y se convierte en un gran músico, y éste volverá a reconciliarse con los fans de antaño trayendo de vuelta a uno de los iconos de su carrera en ¨Impacto Súbito¨, una de sus mejores aventuras...


Misión de Audaces Misión de Audaces 14-11-2022
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Desde Tennessee los hombres de los uniformes azules se abren camino a través de Mississippi, unos 1.700 soldados a caballo con una misión suicida: hacer picadillo a la civilización sudista en el camino y llegar a Louisina de una pieza.
Y como toda hazaña histórica, ésta tuvo su recreación.

La Edad de Oro del ¨western¨ está presta a acabar con la década de los 50, y no falta mucho; va ligado a tan inevitable hecho el que la última obra de John Ford de 1.959 esté enmarcada en dicho género, y a su vez sea todo un canto del cisne a las ¨gloriosas¨ hazañas de los caballeros de la Unión, quienes ya ocuparon un lugar especial en su filmografía en forma de trilogía, una última aventura sobre aquellos ¨héroes¨ del Norte la cual, en un gesto de auténtica ironía, se mantiene como la única vez que el director pone el dedo en la llaga de la Guerra de Secesión.
A partir de un libro de Harold Sinclair que narra, a su modo ficticio, la incursión a principios de 1.863 del coronel Benjamin Grierson y los suyos en las tierras rebeldes del Sur para finalizar henchidos de gloria en Baton Rouge, el dios del Oeste encaró otra enorme producción llena de problemas, desde malas relaciones con sus actores y elevados costes a trágicos accidentes, destacando la muerte del mítico ¨stuntman¨ Fred Kennedy, y tanto su prohibición de alcohol por razones de salud como el intento de suicidio de la esposa de John Wayne sólo tensaron el ambiente más de lo que ya estaba...

La premisa queda establecida en una corta secuencia inicial, con los auténticos Ulysses Grant y William Sherman; Wayne interpreta a John Marlowe, el álter-ego duro y expeditivo, a la medida del actor, del histórico Grierson (y donde uno era profesor de música el presente es un ex-ingeniero de ferrocarriles, muy irónico). Su contrario tiene el rostro rudo pero amable de William Holden, y pese a que iban a ser Clark Gable y James Stewart quienes se vieran las caras, la rivalidad entre sus personajes, de las mejores bazas del film, resulta tanto más creíble cuanto que la relación de los actores no era la mejor.
Típica situación del bélico: frente a la brusquedad del oficial de turno, la humanidad del doctor, que participa en la batalla por causas no ideológicas, aun viéndose arrastrado por su importancia, la que expone esa comunidad de hombres tan fuertemente unida, clásico de la idiosincrasia ¨fordiana¨; las intenciones están claras observando esos créditos iniciales tan pretendidamente épicos. Por enésima vez Hollywood se presta a la mitificación del lado unionista, si bien el director se esfuerza, durante el desarrollo de la trama episódica, en mostrar la cara más cruda, violenta y patética de la guerra, y de cuando en cuando en uno y ambos bandos (no hay muchos, pero los instantes junto a los confederados son memorables).

¨Episódica¨ ya que su avance, el de la caballería hasta su destino, se ve atravesado de incidentes argumentales, que de alguna manera resultan claves en la evolución, aparentemente invisible, de los personajes. El más innecesario involucra a Hannah, la obligatoria fémina de esta clase de títulos, mitad florero, mitad contrincante de una guerra de sexos con el protagonista (Wayne antipático y amargo como nunca), pero aun extendiéndose el cara a cara a cuestiones más profundas ya que media el origen ideológico-político, el guión de John Mahin y Martin Rackin no concede oportunidad a la presencia de una lucha de puntos de vista. La unionista es la que cuenta.
En todo caso Constance Towers no es sino el contrapunto dramático-romántico a la melancolía de Kendall y la brutalidad y recelo de Marlowe (luego justificado en una perturbadora secuencia donde el de Iowa puede demostrar sus buenas capacidades más allá de la fachada de cemento con la que siempre se cubre). No satisface, de igual forma, la visión de Ford: frente a la estrategia, dignidad y buenos modales de la caballería, la incompetencia, falta de escrúpulos y mal juicio de los confederados, unos traidores, sucios y maleantes que mandan a niños a primera línea de combate y se lanzan a cara descubierta contra el enemigo (esta escena, la de su intento de asalto a la ya tomada Newton, es ridícula...).

Refuerza esto el uso constante (e irritante) del himno de la caballería para marcar el tono grandilocuente y heroico de sus actos...esa clase de detalles que sé que provocan el orgasmo al cineasta. Sorprende además que un demócrata como él, que exigió la misma remuneración a los extras negros que a los blancos, que accedió a cambiar ciertas partes ofensivas de los diálogos de Althea N. Gibson (la célebre deportista en su único papel para el cine), no haga partícipe a su caballería de la liberación de esclavos, cosa que sí hicieron los hombres de Grierson en su paso por Mississippi (quizás la actitud conservadora de Wayne tuvo aquí más peso).
Al margen de todo esto, ¿qué queda? Pues lo que un fan del ¨western¨ clásico y de Ford espera ver en pantalla: un increíble uso logístico del medio natural y del paisaje, el equilibrio tan delicado entre aventura, drama y humor que no cualquiera logra, un despliegue de medios espectacular, a la altura de la Mirisch, esa eficacia única para rodar excitantes y enormes escenas de acción, ya sea a caballo o a pie, donde el espectador, abrumado por la sensación de aventura épica, se deja arrastrar a ella sin remedio. La camaradería y amistad entre los personajes contrasta no obstante con la tensión y dificultad del rodaje...

En el colmo de los obstáculos, la muerte de Kennedy durante las recordadas secuencias climáticas del paso por el puente obligaron a Ford a finalizar su obra con una conclusión menos triunfal (no hay llegada a Baton Rouge) y más oscura, ciertamente extraña, pues parece que la historia se quedase a mitad de todo.
Para la productora ¨Misión de Audaces¨ fue un éxito efímero cuya estrella se apagó pronto, para Ford una experiencia bastante traumática quedando en última instancia como obra menor en su amplia carrera...


Mentiroso Compulsivo Mentiroso Compulsivo 14-11-2022
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De lo mil millones de momentos que este film ofrece, arrastrados por el desenfreno humorístico de un Jim Carrey que volvía a casa completamente exhausto después del rodaje, hay uno en particular que parece que no, pero sobresale entre los demás.
La frase estrella: ¨¡Soy un miserable cerdo!¨.

Imponente momento, justo cuando Fletcher está perdiendo los nervios al no poder practicar su afición favorita: mentir; no sabe por qué, pero debido a esto se empieza a derrumbar y una anterior secuencia excesiva con un peligroso bolígrafo azul lo confirma. Entonces, en el colmo de su angustia su dulce secretaria Greta le recuerda que debe ir a buscar a su hijo Max al colegio; y aquella es la respuesta que le da...y queda mudo, mirando extrañado a un lado, pues ha dicho la pura verdad. Es un golpe no sólo al estómago sino a los principios éticos de un terrible padre que no los tenía, y que había moldeado su existencia con la forma del cinismo más sinvergüenza.
Necesita de todos esos incidentes para que, aun por unos segundos, se muestre como es realmente, y ya sin capas lo diga a la pantalla a voz en grito, una delicia de secuencia; ojalá todos y cada uno de los individuos que existen se concedieran esos instantes para expresar lo que son, con la honestidad en un puño, sin prejuicios. Pero es el sr. Carrey quien lo hace, otra vez de ¨héroe¨ anónimo el cual debe pasar por unos hechos estrafalarios y fantásticos para plantearse un cambio vital, tras el pequeño desvío que supuso en su trayectoria cómica la negra, ácida e igualmente exitosa ¨Un Loco a Domicilio¨.

¨Mentiroso Compulsivo¨, concebido a principios de los 90, es uno de esos proyectos que uno no sabe cuánto ha de pasar para llevarse a cabo; al principio destinado a Steve Martin o Eddie Murphy, luego a Mike Myers, quien resultará estar muy ocupado con ¨Austin Powers¨, el nativo de Ontario se mete a conciencia en este papel (la broma de ¨la garra¨ la hacía su propio padre), que versa sobre una desastrosa desprotección paternal por parte de alguien que ha preferido dedicar su empeño en labrarse un prestigio en el trabajo, y es tanto más mordaz ya que sucede en el seno del mundo de los abogados, los jueces y los palacios de justicia.
Aquél sorprende al combinar sus clásicos ¨tics¨ del ¨slapstick¨ con un enfoque más maduro, y los primeros veinte minutos son los que ofrecen esa mayor carga dramática, sobrevolando el espíritu de John Hughes o Chris Columbus, ganando importancia el pequeño Max y enlazando con ese cine al hacerle responsable del giro ¨fantástico¨ que va a tomar el guión y del control sobre la existencia de un adulto (esta obra no habría desentonado en los años 80). Cuando esto sucede se convierte en un vehículo para las locuras de Carrey, sí, pero sin perder ese trasfondo oscuro sobre la presencia de la mentira y su poder de manipulación y destrucción en todos los aspectos de la sociedad.

Al actuar la ¨maldición¨ de Max la existencia del padre, meticulosamente construida alrededor de la apariencia y la falsedad, se viene abajo, y así su cordura, incapaz de aceptar su nueva condición, que no encaja con la del sistema al que pertenece (un bufete de abogados, nada menos, imperio de corrupción, calumnia y mentiras; casi siempre ha sido así representado). Y hay que aceptarlo: ello da pie al actor a revolverse sobre sí mismo plasmando con cada espasmo de su cuerpo el desmoronamiento del personaje, algo alejado de los individuos más simpáticos de Carrey.
El Stanley de ¨La Máscara¨ era un perdedor por quien se debía sentir compasión, al igual que los futuros Truman Burbank, Charlie Baileygates o Bruce Nolan, pero Fletcher es un tipejo desagradable, insoportable y ambicioso, necesitado de un cambio radical a puñetazos, por ello a la película le parece genial que el público se ría de sus continuas desgracias e intente hacer que simpatice no con él, sino con el niño, harto de tanto cinismo adulto; y se logra, pues ponerse en su piel y entender su dolor, si se han tenido unos padres similares, no es nada difícil (en mi ejemplo personal mi madre, mentirosa de tomo y lomo, así que hablo con conocimiento de causa...).

En el colmo de la desfachatez, Fletcher lucha por mantener a flote un juicio donde una repugnante mujer (Jennifer Tilly haciendo de Jennifer Tilly, y dándosele de maravilla) ha de ser declarada ganadora de un divorcio sin pies ni cabeza, en la cual podrá reflejarse una vez los hijos medien en todo ello. Por suerte Tom Shadyac comprende las posibilidades ilimitadas de su colega Carrey y le deja el espacio suficiente para desatar sus payasadas mientras se dedica a condenar la corrupción (o más bien ignorancia) del sistema de justicia y analizar el daño de una mala paternidad en los hijos, la pareja y el propio individuo.
Las contrapartes elegidas no dejan de ser un apoyo del protagonista, siempre a su sombra: Maura Tierney como una madre sosa y sin sangre, Cary Elwes de mameluco amable y derechazo a la envidia del anterior (mientras uno es un abogado que vive de la desgracia ajena el otro trabaja en un hospital ayudando a los demás), Justin Cooper justo y creíble en su papel y Amanda Donohoe desaprovechada en extremo (habría sido una enorme ¨femme fatale¨). Sólo Anne Haney y Jason Bernard sorprenden gracias a sus sutilmente humorísticas interpretaciones.

Pese a pecar, igual que podría haber ocurrido de estar Hughes tras la cámara, del tan típicamente norteamericano ¨happy ending¨ para lograr la mueca mojigata del público y tal vez alguna lágrima fácil (que nadie se traga ni quiere tragarse ya que es una gilipollez como una casa), la película hace olvidar la controversia de ¨Un Loco a Domicilio¨ y supera en tres veces su recaudación en taquilla.
Por otra parte, si uno atiende a sus desvíos más dramáticos, porque los hay, sirve de trampolín a Carrey para hacerle dar un salto cualitativo en su carrera: ¨El Show de Truman¨, la que todo lo cambiaría.


Hermanos de Fuego Hermanos de Fuego 14-11-2022
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A partir de que ambos hombres se separen sabes que el destino de cada uno irá por su lado, que deberán cruzarse, por supuesto, pero como barcos que navegan en direcciones distintas...
siempre y cuando no interfieran la venganza, la amistad y el honor.

Porque es desde luego lo que marca el escenario del cine hongkonés, tan conocido hoy día, aquel cine de acción que viró cual peonza con la llegada de ¨A Better Tomorrow¨, bombazo masivo e influencia seminal para abrir todo un nuevo estilo. Cuando el efecto del trabajo de John Woo aún está fresco surgen otros similares, algunos mejores y peores, pero todos dentro de una cierta dignidad; ¨Flaming Brothers¨ corre a cargo del productor y leyenda de la acción Alan Tang, deseoso de capitalizar el éxito de su compatriota, para lo cual se asocia con su estrella Yun-Fat Chow, perfecto reclamo en taquilla.
Otros cuatro nombres importantes toman parte: el joven guionista Kar-Wai Wong, poco antes de lanzarse a la dirección, y el prolífico veterano de origen nipón Tung-Cho Cheung, amigo y colaborador de Tang, mientras dos artistas convertidas también en auténticas heroínas del cine de acción se reparten los papeles íntimos y dramáticos: Patricia Ha y Jenny Tseng. Pero la historia no empieza con todos ellos; elemento habitual de este tipo de cine, el melodrama impera, por eso se nos presentará a los protagonistas en plena infancia, donde se percibe el gusto por lo emotivo de Wong, su fijación en la piedad y la religión.

El director se esfuerza al hacer este prólogo creíble entre niños huérfanos por las calles de Macao y los alrededores de una escuela católica, emergiendo el romanticismo dado por el lazo que une a un bala perdida (Ho-Tien) y a una dulce niña dispuesta a ayudarle (Ka-Hsi), con una buena enseñanza y moraleja para desenvolver en el futuro: la conducta honrada es lo que determina el camino recto de la existencia. Se podría haber hecho más hincapié en ello, pero el guión va hacia adelante (muy pronto), y ahora Ho-Tien es socio de Alan, con quien también compartió su desgraciada infancia.
Y hasta que la película no decida separarles para centrarse en sus respectivas historias, esto se inscribe en las maniobras del nuevo ¨thriller¨ hongkonés, y de manual, con ellos como célebres dueños de negocios ilegales (pero siempre dentro de lo legal y lo respetable) seguidos de cerca por la policía y sus rivales, liderados por Kao, el clásico y despiadado señor del crimen (tanto más cuanto que es Patrick Tse quien lo interpreta...) cuya ambición no conoce límites. Pero encajar el argumento en sus clichés implica hacerlo con todo lo malo que eso conlleva, y Cheung lo sigue a pies juntillas, tanto que es difícil discernir su trabajo de otros de las mismas fechas.

Un clásico ¨made in Hong Kong¨: mezclar en un extraño cóctel la ultraviolencia y la acción visceral con el melodrama e instantes de humor, ese humor tan nativo al cual no me acostumbro: absurdo, mojigato, histriónico y que llega de manera inoportuna. Esto se refuerza a la mitad del metraje, al ir los ¨hermanos de fuego¨ en direcciones opuestas, uno (Alan) hacia un presente peligroso en Tailandia, entre armas, prostitutas, sangrientos enfrentamientos y caros hoteles; otro (Ho-Tien) hacia su propio pasado en Macao, haciendo frente a sus demonios.
Éste se reencuentra, qué casualidad, con la niña que un día le salvó mientras el anterior conoce a una cantante algo irritante. El caso es que ahora drama y humor ganan terreno, Cheung se desenvuelve bien en este tema y Chow saca su lado más galán y tontorrón, solapando a su compañero, quien con cada intervención en solitario pulveriza su carisma un poco más, rematando el tremendo egoísmo al que se aferra al no permitirle salir del sucio y violento estilo de vida en el cual se han hecho un nombre, regresando la inspiración de ¨A Better Tomorrow¨ (se da la misma situación de los hermanos Tse-Ho y Kit). Y como era de esperar esa violencia vuelve, para trastocarlo todo.

Gracias a esto se encauza el guión de Wong, un tanto perdido, aunque sea a base de maniobras tan previsibles; hace falta ir tensando la atmósfera entre villanos y héroes para atraparnos en la consabida batalla climática, y se hace por todo lo alto. El director vuelve así con la rabia de sus colegas Johnnie To, Ringo Lam y Tsui Hark pero sin las florituras visuales de Woo; la dirección artística y el montaje ayudan a dar estilo y fuerza a sus coreografías de peleas a patadas y puñetazos y tiroteos sin fin, con géisers de sangre de por medio y un grado de escabrosidad poco corriente (¿asesinar a un niño en pantalla de un disparo en la cara?, habráse visto).
Aquí es cuando por fin el binomio Chow-Tang funciona como un reloj, en un homenaje nada disimulado a ¨Dos Hombres y un Destino¨, al ¨western¨ en general (otro recurso de la acción hongkonesa), cargado de giros inesperados (incluso demasiados, diría yo) y dentro de un establo que presagia, con todas las de la ley, el clímax de ¨The Killer¨ (si bien no con el mismo nivel de espectacularidad y técnica tras la cámara). Por otro lado, ni Ha ni Tseng toman parte en la acción y quedan relegadas a papeles típicos, los que dan énfasis al romance y el recargado sentimentalismo.

Todo esto se podría equilibrar de mejor manera, sin embargo hay dos inconvenientes: ni Wong es tan buen guionista como se cree (nunca lo ha sido) ni Cheung tan infalible como cineasta; el plantel cumple, pero ninguno por encima de otro, ni tan siquiera Chow, que repite los ¨tics¨ de todos sus personajes anteriores (no es óbice para dejar de amarle ahora y siempre).
¨Flaming Brothers¨ queda así clavada en su década, un producto 100% de su tiempo (y que no le falta ni la balada ¨cantopop¨, oigan...), un regalo a medias para los fans del género, aunque se presenta una duda: de no contar con varios nombres conocidos en sus créditos, ¿sería la mitad de famosa, o ¨de culto¨, de lo que ha terminado siendo?


¡Maderos 091! ¡Maderos 091! 14-11-2022
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Miami se convulsiona, se estremece, se pueden escuchar las llamadas de socorro, los casos de urgencia...para rogar que los nuevos policías que han llegado a la ciudad y que la están convirtiendo en un infierno se larguen de una vez.
Y no son unos cualquiera, sino el atajo de inútiles de Reno, ¡así que mucho cuidado!

Me acerqué a ellos tras conocerlos en esta patochada rematadamente imbécil que me tragué una tarde cuando podría haber visto alguna hazaña samurái de Akira Kurosawa, algún drama existencial de Ingmar Bergman o alguna peripecia fantástica de los 80; y tal vez hizo desperdiciar casi una hora y cuarto de mi vida...pero la pasé carcajeándome, y la mayoría del tiempo por incredulidad y asombro. ¨Reno, 911!: Miami¨ y sus protagonistas tienen un antecedente televisivo creado en 2.003 por varios de los cómicos del célebre programa ¨The State¨, y tal fue el éxito que soportó seis años emitiéndose a través de Comedy Central e incluso ser nominada en muchos festivales...
Parodia directa del antiquísimo programa ¨Cops¨, tras la 4.ª temporada surge el deseo de conceder una aventura especial a los ocho miembros del departamento bajo la habitual dirección de Robert Garant, uno de sus creadores, y contando con Danny DeVito de productor. A él le vemos, de hecho, durante un espectacular prólogo que pareciera haber sido concebido por Shane Black en una noche de fiesta cocainómana, pero esa secuencia inicial de unos minutos (en la que deben haberse gastado cientos de miles de dólares) es una coña descarada en forma de sueño, y deja claro la esencia de esta película para no inducir a error.

Revisada después de verles en acción en su formato original he de decir que las chaladuras ofrecidas por Jim (Thomas Lennon), Jones (Cedric Yarbrough), Junior (Garant), Wiegel (Kerri Kenney), Williams (Niecy Nash), ¨Clemmy¨ (la espectacular Wendy McLendon), Kimball (Mary Birdsong) y García (Carlos Alazraqui) son mejor recibidas por los valientes que han llegado a convertirse en sus fans (lista en la cual, y pese a avergonzarme, puedo ahora incluirme). El elenco, herederos de tomo y lomo de los patanes de ¨Loca Academia de Policía¨, es presentado de forma concisa mientras somos testigos de sus estupideces como sucedía en la serie, hasta que el escenario cambia a Miami al ir todos a una convención policial.
Si bien la justificación que fabrica el argumento para dar a esta pandilla el cargo de ocuparse de la ciudad no tiene ni pies ni cabeza, las posibilidades de tal cosa son ilimitadas. Hubiera sido más excitante verles rescatar a los oficiales secuestrados por los terroristas en la convención, pero eso no se lo tragaría nadie...por tanto les vamos a seguir del mismo modo que en la serie: de patrulla por los variopintos y peligrosos lugares de ese soleado paraíso de féminas voluptuosas, armas de gatillo fácil y drogas duras, cruzándose en el camino de individuos a cada cual más demente.

Lo malo del guión es que, al ser un producto para fans experimentados, deja a sus protagonistas como vacías caricaturas, bocetos superficiales, pues todo lo que teníamos que saber de ellos ya lo aprendimos en la serie. ¿Qué queda? La locura, dosificada en ¨sketches¨ autoconclusivos de telerrealidad donde cada actor lucha por sacar su lado más idiota y una maraña de diálogos que da pie a elevar los ¨gags¨ al absurdo surrealista para rematarlos un final impactante; bromas ofensivas sobre drogas, sexo, racismo, violencia, prostitución, pederastia, homofobia y abuso e incompetencia policial. No hay nada que no se haya hecho antes.
Lo políticamente incorrecto llevado al paroxismo grosero en la mejor tradición autoparódica norteamericana; situaciones como la de la fiesta de negros en la que se cuelan Jim y Junior, la ballena encallada en la playa (inspirado en un hecho real, señores), el secuestro de Jones y García en el yate o la secuencia de masturbación de todos los agentes en el motel arrastra el bochornoso mal gusto de Sacha B. Cohen, Jay Chandrasekhar, David Wain, Johnny Knoxville y el dúo Jason Friedberg/Aaron Seltzer, pudiendo hacer las delicias de gente como Adam Sandler, los hermanos Farrelly, Kevin Smith y Greg García, a quienes imagino retorciéndose en el suelo de la risa ante las grotescas subnormalidades de Garant y su troupe.

Así que, si el espectador hace el esfuerzo de rebajarse al nivel de tales personajes, seguro que conecta con su humor negro tan zafio, burdo e inframental...pero no por ello, amigos, menos ingenioso. Aunque es cierto que más allá no queda absolutamente nada: un desarrollo irregular, algo tedioso, una solución argumental para niños de 10 años y sufrimiento desesperante para quien no consiga superar esa primera barrera.
La película aun así es todo un éxito y asegura la posición imbatible de la serie, retomada al año siguiente y con una base de fans más amplia, sin embargo no tendrá la secuela que el director deseaba. A todo esto, las apariciones de David Koechner, Patton Oswalt, Paul Rudd y Dwayne ¨The Rock¨ Johnson son impagables.


Las Pistolas Cantaron a Muerte Las Pistolas Cantaron a Muerte 09-11-2022
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Tiempo de masacre en el Far West, asqueroso, pringado de pólvora y arena fina, que únicamente sopla en dirección a las casas de los pobres, los trabajadores, los desgraciados.
Los privilegiados, como el sr. Scott, se refugian en la ostentación...hasta que alguien llegue y los saque a tiros.

Y llega a partir de la participación de tres hombres cuyas vidas van a cambiar gracias al ¨spaghetti western¨. Es el año 1.966 y éste es el género que más se explota, no sólo en Italia, sino en Europa, desde que Sergio Leone crease al anti-héroe sin nombre usando la icónica figura norteamericana de Clint Eastwood, y mientras él perfecciona lo esbozado con ¨La Muerte tenía un Precio¨ otros le imitan...le imitan hasta la saciedad pues ése es el motivo de ser del cine de explotación. Pero jamás hubiera pensado Lucio Fulci pisar este terreno.
Está por cumplir 40 años y sus esfuerzos en la industria se limitan a encargos irregulares y de baja calidad, en especial dentro de la comedia y sin generar casi ningún éxito de público; quizás de continuar por ese camino se habría retirado y dedicado a escribir guiones. Fernando di Leo, colaborador de Leone, llega con uno y por primera vez el anterior prueba suerte en el emergente ¨spaghetti¨; destaca la violencia en una premisa brutal y oscura a la que llevará un tiempo ser aceptada en alguna productora. Los otros dos hombres son: el joven argentino Jorge Hill Acosta (o George Hilton), recién llegado a Italia y preparado para el estrellato, y Francesco Sparanero.

Éste ya es una estrella. ¨Django¨ y Sergio Corbucci han hecho de él uno de los mayores (anti-)héroes del género y de la acción, y ese año resulta muy fructífero para él; ¨Tempo di Massacro¨ es otra más de la larga lista que protagonizará, no la mejor, es cierto. Lo verdaderamente interesante de ella es quién está detrás y cómo será su visión del salvaje Oeste; los que le conocen saben que dicha mirada transmite salvajismo, siempre lo ha hecho, pero aún no había tenido oportunidad de demostrarlo. La primera secuencia nos pone sobre aviso: tortura y sangre, los animales como futura ¨marca de la casa¨, en los límites del sadismo de Peckinpah.
Fulci evoca un Oeste de dolor y miedo, y lo precipita a un agujero de pesimismo adelantándose a la fase crepuscular del ¨spaghetti¨ (a la que contribuirá más tarde). Sin embargo Nero no construye aquí un personaje tan negro, nihilista, tan carismático como Django, su Tom Corbett más bien se deja llevar por los acontecimientos al volver al rancho familiar; la premisa ha formado parte del universo del ¨western¨ desde tiempos remotos, donde el protagonista, separado tantos años de los suyos, pretende regresar como hijo pródigo a lo que una vez fue su ¨tierra prometida¨.

Pero no la va a encontrar, aquí esa tierra se cultiva con la sangre de inocentes y las cenizas de los cadáveres son su abono, mientras que la familia se mantiene con la cabeza agachada ante las órdenes de un cacique que lo ha cambiado todo y su panda de asesinos. Di Leo aglutina algunas ideas de la obra maestra de Walsh ¨Perseguido¨ y la secuela de ¨Una Pistola para Ringo¨, que él mismo escribió, intercambiando los papeles de Giuliano Gemma y Fernando Sancho por los de Nero y Giuseppe Addobbati, sin la presencia de una mujer pero sí de un hermano (Hilton) que obtiene mayor atención, y el obligatorio amigo del héroe (en este caso añadido bizarro: un chino caradura que no deja de burlarse de Confucio...).
Sí, el nativo de Parma se halla en el centro de la trama, indaga, se cruza con villanos, se quiere creer el héroe, etc., y sin embargo actúa alejado de ella, ¿por qué? Ahí está el mayor error y a la vez la mayor curiosidad: el film se desentiende del protagonista (una impertérrita fotocopia del ¨Hombre sin Nombre¨ donde podemos ver el carisma y la sangre del actor fuera de combate) y de una figura paterna patética basada en el principio de que ¨los emperadores débiles no pueden dominar su imperio¨ y modela dos personajes opuestos que logran destacar por encima del resto.

Ellos son los dos hermanos situados a un lado y al otro de Tom, Jeff y Jason, el primero un alcohólico caído en desgracia, el segundo un psicótico trastornado por un amor filial enfermizo; son a quienes más afectan los virajes dramáticos de la historia y quienes responden en consecuencia con arrebatos emocionales de pura visceralidad. Es lógico que uno termine dando más crédito a los secundarios Hilton y Nino Castelnuovo (esforzado por crear uno de esos extraños individuos que han poblado el ¨spaghetti¨, definiendo a la perfección su crueldad y desesperanza) que al héroe de Nero.
De hecho no le veremos pegar un solo tiro hasta llegado el clímax de violencia sin concesiones que nos prepara Fulci y cuando ya ha tenido lugar ese notable giro argumental tan parecido al de ¨Adiós, Texas¨, película del actor realizada el mismo año. Dejando al margen unos ribetes narrativos más que explotados y predecibles, aquél, que nunca había sido un cineasta de acción, sabe desenvolverse en este campo y ofrecer momentos trepidantes y tan inscritos en el clasicismo del género como el asalto a la pequeña casa de piedra (la sombra de Hawks planeando por todas partes) o el duelo final en el rancho del villano.

Y pese a no estar interesado en continuar en las tierras de los cowboys, los caballos y las espuelas, debe a ellas su trampolín al ansiado éxito, del mismo modo que Hilton, quien no comprendía su pésimo carácter y relación malsana con el equipo, cosa que le hizo saber siempre de mala manera, dificultando un rodaje lleno de accidentes y tensiones.
Y nos podemos deleitar con un instante alucinatorio: Nero ejecuta una pirueta sobrehumana y acaba con sus enemigos en un santiamén como en un film de la Shaw Brothers. Detalles así, tan fuera de lugar (el personaje del chino es otro), acabarían llevando al ¨western¨ mediterráneo hacia terrenos menos serios y autoparódicos...pero no debería suceder aquí.


El Detonador El Detonador 08-11-2022
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Comprado a granel en un otrora videoclub de mi pueblo ahora convertido en lavandería, pocas expectativas tuve con este DVD cuyo ridículo precio supuse iba a equipararse a su calidad...

Y aun así lo compré, para saborear esa mediocridad que sólo el cine de acción ¨B¨ de principios del 2.000 sabe ofrecer, poniendo de manifiesto una vez más mi sadomasoquismo cinematográfico. ¨El Detonador¨ es desde luego una muestra pura de mediocridad, empezando por la que vivía Welsey Snipes, cuya carrera se resintió con la demanda a New Line Cinema por el montaje basura de la 3.ª entrega de ¨Blade¨; y tras quedar relegado a títulos de bajo coste donde básicamente explotar su figura de héroe de acción, ese mismo 2.006 se las vería con la justicia por su continua evasión de impuestos y fraudes fiscales.
Algo tenía que hacer para ganarse el pan mientras tanto, y era esto, donde se encuentra con otro caído en desgracia, el chino de origen inglés Po-Chih Leong, de los estandartes del cine hongkonés de la Nueva Ola anclado en la misma situación y rodando tales bazofias, una vez más en Europa del Este para ahorrar presupuesto (típico de la acción ¨B¨ de principios del 2.000), al igual que su obra previa, la terrible ¨Rescate al Límite¨. Lo cierto es que hay mucha esencia ¨seagaliana¨ pululando en el ambiente, ya que Snipes se metió a hacer películas tan malas como las suyas; para echar más leña Martin Wheeler, responsable del libreto de ¨Golpe al Amanecer¨ (y del de otra del anterior, ¨7 Segundos¨), es otro hilo conector.

Sabemos a qué atenernos, ¿a que sí? De nuevo narración, vaya, muy grave, reflexiva y a veces mordaz del protagonista Sonny, y aparece nuestro querido negro de Florida de homosexual amanerado entre traficantes de armas rumanos; no importaría si lo hiciera con la dignidad que demostró en ¨A Wong Foo, gracias por todo, Julie Newmar¨, pero más bien intenta imitar al Eddie Murphy de ¨Beverly Hills Cop¨, en lo que son instantes de vergüenza ajena corrosiva (empiezo a alabar el humor de Wheeler...). Y entonces una trama apropiada para Lundgren, Van Damme y sobre todo Seagal, al meterse Snipes en la piel de una especie de agente de la C.I.A. con alma de héroe renegado y perseguido por la justicia estadounidense (curioso presagio de lo que le esperaría en la realidad unos meses después).
Agente a la vez manipulado por sus jefazos y perseguido por gángsters locales al servicio de un todopoderoso de los bajos fondos que no se sabe muy bien quién es y qué hace (adoro la buena estructura narrativa de Wheeler...); éste, Tim Dutton, se supone es mitad mafioso, mitad presidente de un club de football (como todos ellos), y su actuación es poco menos que alucinatoria. El guión, siguiendo su coherencia argumental, mete a un personaje que ya habíamos visto, una señora que debe escoltar Sonny fuera del país, abriéndose otra historia, independiente, sin ton ni son, al menos por ahora, y que desde antes de darse el encuentro entre ambos ya sabemos que van a terminar juntos...

Máxime al tener ella el físico explosivo de Silvia Colloca (la Verona de ¨Van Helsing¨...venía de proyectos de prestigio, la chica), el cual no duda en ir mostrando sin tapujos. Sí, me podrían explicar los señores Wheeler y Leong su forma de entender el cine de acción, ya que, mientras parece indispensable que la italiana exponga sus senos durante todo el metraje (¿para recalcar los orígenes ¨escortianos¨ del personaje?, ¡qué importa!), los villanos se lanzan a por los buenos (si bien cuesta distinguir el papel de cada uno debido a su cinismo y habilidad para el engaño) al estilo americano: a plena luz del día e improvisando, a base de tiros, peleas, explosiones y carreras, filmadas en pantalla de croma, muchos cortes y donde resulta difícil apreciar qué narices sucede.
Una Rumanía no muy distinta de los escenarios de Michael Bay por la cual la pareja corre, se esconde, es traicionada, se enamora y tiene de cuando en cuando unos minutos para abrir sus emociones y hablarnos de su pasado...estas introspecciones en las que tanto se esmera el guión encajan con la incapacidad de los actores para transmitir nada como es debido (al fin y al cabo todo ello será irrelevante en la historia). Introspecciones y dramáticas reflexiones que se dan de tortas con absurdos diálogos llenos de ¨punch-lines¨ y soltados en los momentos más inoportunos.

Es admirable, de nuevo, la habilidad cómica de Wheeler, ¡ni la de Terry Jones! A ello sumado la desgana y la falta de coherencia por las que suelen caracterizarse estos títulos; no importa si de repente la chica o el amigo del protagonista (muy originales ellos) no son quienes decían ser...se puede intuir tres cuartos de hora antes. Lo más incomprensible es que el chiflado gángster de turno quiera utilizar una bomba nuclear si tiene poder, dinero y en especial un equipo de football querido por todos en el país (por Dios, es cosa imposible seguir el hilo de este guión...jodido Wheeler...).
Podemos deleitarnos con las habilidades de kickboxing, jiujitsu y karate de Snipes (aunque mejor las mostraba en años anteriores), el escote en tres dimensiones de Colloca (porque no posee nada más que admirar) o ese clímax en el estadio que recuerda al de ¨Muerte Súbita¨ y nos da instantes impagables (Dutty pegando tiros y maltratando a la chica frente a los asustados espectadores como si tal cosa, ay...), tanto o más que la secuencia en el metro de la ciudad o el rebuscado ¨happy ending¨; viendo esos despropósitos es preferible recordar los buenos tiempos de ¨U.S. Marshals¨, ¨Pasajero 57¨, ¨Sol Naciente¨ o ¨Asesinato en la Casa Blanca¨...tiempos que no volverán.

Mi alabanza una vez más para el ingenio de Wheeler, que me ha dado una frase inolvidable para la Historia: ¨Cuando haces un trato con el Diablo no te sorprendas si pisas una mierda descalzo¨.
Sencillamente magistral.


Casi Famosos Casi Famosos 08-11-2022
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Los grandes escenarios, el clamor de la masa, la emoción del tour, las caras habitaciones de hotel, drogas y alcohol en cantidades, hermosas y fáciles chicas, las portadas de las más prestigiosas revistas, ser escuchado en la radio de forma constante, y el dinero, para gastar sin preocupaciones...

Se lo dice Jeff a Will con toda sinceridad: ¨¡Eso es el puto colocón!¨. Para él sí, claro, porque es el artista, ¿pero qué nos queda a nosotros, los fans?, ¿y a los fans que no hemos podido vivir en el instante en que tales palabras son pronunciadas? Quienes hemos nacido demasiado tarde, en una época donde la música es almacenada en maquinitas gracias a la fría y despersonalizada tecnología, sólo podemos recrear otra muy anterior donde dicha música es tocada, olida, acariciada, gracias a los viejos vinilos, cuyo tacto y aroma logra hacernos vivir la fantasía, transportarnos a lugares y momentos únicamente soñados, cada uno con su propia historia.
Como cuando Will descubre por primera vez los discos de su hermana; embelesado, pasa las yemas por encima con la inocencia de un bebé que acaricia la piel de su madre. A esa misma temprana edad descubrió Cameron Bruce Crowe la música, un niño rechazado en el instituto, enfermo, engañado sobre su edad por su madre, una paranoica y reaccionaria profesora de psicología y ferviente activista por la paz, un niño que optó por refugiarse en la fantasía musical para escapar del mundo y tuvo la decisión de dedicarse al periodismo para estar, unos años después, siguiendo el rastro de los más prestigiosos artistas, contratado en la más prestigiosa revista del ramo: la Rolling Stone.

Así que, pese a su bastante dura infancia, uno sólo puede sentir envidia hacia él, por llegar a cumplir un sueño que para otros sería imposible, y en especial por haber vivido en una época que ya se ha ido para no volver. Teniendo en cuenta que empezó su carrera de director en el cine en 1.989, tardó mucho en trasladar sus experiencias, pero al fin, tras el enorme éxito de ¨Jerry Maguire¨, puede aspirar a hacer realidad su ambición; desde los títulos de créditos, con unos aires ¨indie¨ de los 90, escritos frente a la cámara, ¨Casi Famosos¨ ya deja claras sus intenciones de realizar un homenaje cariñoso y pleno de nostalgia a una época muy concreta de la vida y la Historia.
No duda Crowe en hacer de Will un álter-ego poco o nada desdibujado y situarlo en el centro de una familia disfuncional, donde la autoridad de la madre (Elaine) ha provocado la ausencia total del padre, y la presencia de la hermana mayor es una luz intensa en esa atmósfera oscura de moralina barata, prohibición, paranoia y temor social (por muy entrañable que pueda parecer Frances McDormand su personaje es realmente inquietante). Ana (la bellísima Zooey Deschanel), que no tarda en abandonar el aislado nido, sirve de guía al niño a través de su música y todo cambia para siempre.

Y se abre 1.973, pero se sigue haciendo, curiosamente, desde la misma perspectiva ingenua, emotiva y dulce que la época de la infancia; Oliver Stone lo habría representado de otra manera, esos años en que la Guerra de Vietnam por fin termina pero la inflación y la crisis del petróleo hacen mella en la economía, tanto como el que el aborto se convierta en derecho constitucional o las todavía no finalizadas acciones contra Nixon y su inútil encubrimiento del caso Watergate. Pero todos esos temas no importan nada al de California, quien tenía entonces 16 años, y su mirada es la de los ojos inocentes y soñadores del protagonista, ahora con la apariencia del debutante Patrick Fugit.
Unos ojos sólo para la música. Y más valía hacerlo; 1.973, año brillante en el ¨rock¨, de supremacía del género y gloriosa perfección a la vez que encaminado a nuevas formas de expresión y comercialización, lo cual ponía en peligro su esencia más tradicional y pura. Coinciden los mastodontes Sabbath, Tull, Zeppelin, YES o Heep con sus propuestas ¨SABBATH, BLOODY SABBATH¨, ¨A PASSION PLAY¨, ¨HOUSES OF THE HOLY¨, ¨TALES FROM TOPOGRAPHIC OCEANS¨ y ¨SWEET FREEDOM¨, mientras un soplo de aire fresco llega con QUEEN, Aerosmith, Bad Company, Lynyrd Skynyrd y New York Dolls...

...y por ahí los restos de los Beatles mantienen decentes sus carreras en solitario, la formación de Deep Purple tardará años en volver a reunirse y el poder hipnótico de ¨THE DARK SIDE OF THE MOON¨ y ¨BILLION DOLLAR BABIES” conquista el Mundo entero.
Ese es el ambiente, nada menos (igual que el nuestro actual, ¿eh?), donde crece y aprende Will, haciendo buenas migas con Lester Bangs, editor de CREEM y un padre que le forma sobre las luces, sombras y decadencias del negocio de la música, tan seductor como depredador y desolador (papel al que Philip S. Hoffman imprime su carisma único y gran naturalidad).

El director sigue entonces al chico en una experiencia vital que le permitirá evolucionar a todos los niveles, pero soportando los males de hacerlo por medio de ese negocio, de esa industria cínica y sin conciencia, de los largos viajes por carretera que son como paréntesis existenciales donde brotan las confesiones más íntimas sin vergüenza, de las juergas llenas de drogas, bebidas y preciosas jóvenes sin cerebro que van pasando de mano en mano como la cerveza, aglutinando aquél a cada una de las superestrellas que entrevistó en su adolescencia en un monstruo ficticio, Stillwater, grupo característico de los 70 (formado por el siempre impecable Jason Lee, Billy Crudup y los músicos reales Mark Kozelek y John Fevedich).
En dicha creación reposan los recuerdos y vivencias extremas con Zeppelin, Neil Young, algo de Clapton, Fleetwood Mac, los Eagles y Allman Brothers (el megalomaníaco Russell, inspirado en Duane Allman y Glenn Frey); son las palabras que escuchó Crowe en boca de ellos, las miradas recelosas por tratarse de un cronista, lo expresado a través de Will. La realidad pasada también trae a Penny, una ¨jefa de las ¨groupies¨ ¨ aunque ella lo niegue, interés romántico del chico y romance de saldo de Russell y otros, encarnada por la sensual y delicada Kate Hudson (aunque yo siempre preferí a la morbosa Fairuza Balk).

Sin embargo, incluso cuando llega la hora de dejar el escenario, salir entre bastidores y adentrarse en ese microcosmos tan hermético, sucio, competitivo y violento bajo los falsos oropeles del glamour y la fama, el director lo hace con una indulgencia autoconsciente, la que da el recuerdo de la adolescencia; y es que su visión es la del niño recién salido del cascarón que aún está descubriendo el mundo y a la gente, pero pese a las dolorosas experiencias y desengaños, esa mirada no se endurece, permanece estable en la benevolencia. De hecho así se lo reprocha Penny a Will (¨Eres demasiado tierno para el ¨rock¨...¨).
Crowe lo sabe, sabe que es un pánfilo acaramelado a quien le encanta divagar por los ríos de lo entrañable y lo sentimentaloide, lo lleva demostrando desde su debut ¨Say Anything...¨; para más inri la película se produce bajo el auspicio de DreamWorks, firma de Spielberg, dando la nota final de mojigatería que faltaba al conjunto. No es necesario salir con comentarios de índole sociopolítica ni mucho menos (todos salen de la boca de la madre y suena tan ridículo que dan ganas de partírsela), pero el mundo del ¨rock¨, máxime el de los 70, debería plasmarse con cierta amargura, un toque más sucio y escabroso, de peligro, mordacidad y crudeza.

No se puede pensar eso del tipo que poco antes hiciera ¨Jerry Maguire¨, quien lo inunda de piedad y compasión; sencillamente no es la recreación que esperaría ver el auténtico Bangs. Ya que, en mi caso, Will no consigue atraparme como debiera, sí lo hace el cuarteto de artistas, los falsos Stillwater que como toda banda ha de lidiar con sus propios problemas, mil veces vistos y oídos (a veces en la misma liga de ¨This is Spinal Tap¨).
Esto es: el compromiso hacia los fans, el sumo cuidado con sus enemigos los periodistas, las disputas por el ego, el precio de la fama, las obsesiones y manías, los romances pasajeros, el cambio de management o los accidentes en el escenario...

Sobresalen los duelos entre las volátiles personalidades de los papeles de Lee y Crudup además del estupendo repertorio que compone para ellos nada menos que Peter Frampton, Mike McCready y Nancy Wilson. Pero el exceso de azúcar, culpable de empañar un final que merecía unos cuantos cortes antes de los créditos en la sala de montaje, no empañó el éxito, al fin y al cabo el público norteamericano que acude en masa a las salas para pasar un buen rato no va buscando ni finales tristes ni ambiguos. Tampoco es correcto eso; ¨Casi Famosos¨ no amortizó su elevado presupuesto y sin embargo, como estaba previsto (Spielberg está detrás, ¿recuerdan?), fue alabada por la crítica y en numerosos festivales.
A modo de confesión diré que, al amar tanto la época y la música del film, no me importan sus errores, ya que la nostalgia me invade como si yo mismo lo hubiese vivido. Y llego a ponerme en la piel del blando Will: mi familia no es millonaria, estamos anclados en una clase media-baja que sufre como todas las de su estirpe, y lo único que mi padre puede dejarme en herencia son sus cientos de discos cuidados con tanto esmero a lo largo de las décadas; es un legado y un patrimonio que debe permanecer intacto contra el paso del tiempo y las odiosas modas...

Espero cuidarlo bien.


Alerta Máxima Alerta Máxima 08-11-2022
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Duelo en el Pacífico a bordo de uno de los acorazados de la marina más legendarios de la Historia que no nos podemos perder: un implacable cocinero de extraordinarias habilidades de combate y un desquiciado ex-agente de la C.I.A. en posesión de varios misiles nucleares.
¿Quién ganará?

Entre las muchas cintas que llenan la estantería del salón, en ese preciado hueco destinado a las películas de acción de antaño, reposa ¨Alerta Máxima¨, que de cuando en cuando se desempolva para volver a disfrutar tanto de lo bueno como de lo malo que pueda ofrecer. Perteneciente al mejor momento para el género en que la violencia gratuita, la ilógica palomitera, el despliegue hollywoodiense y los héroes de acero aún se disfrutaban como placeres culpables, llegó este mastodonte que reunió al bueno de Andrew Davis con Tommy Lee Jones, tras la intensa ¨The Package¨, y Steven Seagal, a quien lanzó al estrellato cuatro años antes.
Un guión que se reescribe debido a su propuesta excesiva y carísima, idea de Jonathan Lawton, interesado en el anuncio de retirada definitivo del USS Missouri BB-63 después de casi medio siglo de vida; primero convencen a Seagal, que ya se ha convertido en una de las personas más repudiadas de EE.UU. debido a sus denuncias por acoso sexual y su presentación del mayor desastre de la Historia de ¨Saturday Night Live¨, y luego al director (confesando que deseaba trabajar de nuevo con Jones, no con el arrogante nativo de Michigan). Pues ahí tenemos al acorazado, en toda su gloria, en alta mar, preparado para jubilarse.

Davis filma desde el aire, desde dentro, desde la cubierta, cubre todas las dimensiones de este atractivo escenario que será presa de la tragedia...pero no hay que engañarse, no volveremos a ver al Missouri, pues ya había sido cesado; en su lugar se utiliza el USS Alabama. Seagal, ejerciendo de productor y retocando el guión a su gusto, hace su entrada sin la coleta que le ha distinguido desde el principio (sería una tontería tratándose de un miembro de la marina), y resulta una incógnita al interpretar a un cocinero (huele a trampa a un millón de kilómetros eso) que cae bastante simpático, después de cuatro roles de áspero policía.
Gary Busey no necesita presentación porque es Gary Busey en su papel de Gary Busey; sí mejora el film con el aterrizaje en cubierta de una banda de música liderada por L. Jones, descarado, extravagante y genial, y junto a él la ardiente ex-playmate (haciendo de ella misma) Erika Eleniak, y la fiesta ya no puede animarse más. Uno desconfiaría al saber que Lawton fue responsable de escribir ¨Pretty Woman¨ y realizar ¨Las Mujeres Caníbales de la Selva del Aguacate¨, nada menos, pero aquí plantea una intriga sólida, y Davis le da las abultadas dimensiones que requiere.

En menos que canta un gallo el barco pasa a ser un ¨Delta Force¨ en el océano y base de ¨techno-thriller¨ al estilo Tom Clancy, con el delicioso pedigrí terrorista y catastrofista que redondea Jones como el supervillano loco Strannix, o tal vez una revisión moderna de ¨El Enigma se llama Juggernaut¨ siguiendo el patrón de ¨Jungla de Cristal¨ al revelarse ese cocinero todo un experto en artes marciales y tácticas militares de combate. Es la primera vez que el actor encarna a un tipo de identidad sospechosa y pasado misterioso, la pérdida total para sus oponentes, quienes le subestiman al no saber nada de él, un papel del cual ya jamás se desprendería (ni en la ficción ni en la vida real, oigan...).
Davis, como habrían hecho McTiernan, Scott, Noyce y demás contemporáneos expertos del género, orquesta la escalada de violencia y la destrucción material de forma dosificada, sin recurrir al desvarío caótico de Woo ni desaprovechar el suspense, y con más muestras de inteligencia de las que el público había visto en los trabajos previos de Seagal, si bien los toques de humor permanecen (al fin y al cabo esto no es un drama), y todos dados por el personaje que mayor atención acapara y paradójicamente muy innecesario (no sólo en este film, sino en la Historia del cine).

No es Busey, porque uno se ríe con él, no de él, se trata de la srta. Eleniak, mi Shauni de ¨Los Vigilantes de la Playa¨, quien, tras un momento estelar de desnudo que a todos se les quedaría grabado para siempre en el cerebro, pretende pasar de chica-florero sexy y asustada a protagonista de la acción así por las buenas, dándose estupideces e incongruencias típicas de las producciones de coña de los 80 (la escena del villano siendo acribillado por casualidad y por la espalda para salvar al héroe le hace a uno clavarse las uñas en los ojos de vergüenza ajena).
Intentando pasar por alto tan tremendo error del guión, el mayor atractivo de ¨Alerta Máxima¨, aparte del nombrado escenario, testigo de explosiones, carreras y peleas cuerpo a cuerpo con desmembramientos varios, reside en la batalla de ingenio y posesión del terreno disputada entre Ryback y Strannix, clásico juego del gato y el ratón bien estructurado por Lawton donde, por raro que parezca, no es el héroe quien goza aquí de verdadera atención, pues el carisma de L. Jones, lo que ha sido la baza de su longeva carrera (al contrario que el encasillamiento en el cual quedó Seagal atrapado), le da para crear un antagonista repulsivo a la par que complejo y extrañamente simpático.

Lo que un servidor no esperaba era verle desquiciado en el último tramo y terminando por enzarzarse en una brutal pelea a cuchillos, perdiendo así credibilidad y terminando por volverse una patética parodia de sí mismo.
No importa el final de la aventura porque la conocemos de sobras, sino los estallidos de acción y sangre y la atmósfera de tensión que la conducen, y Davis maneja estos factores con blindada destreza. Ello hizo del film uno de los grandes éxitos de la temporada, y el trampolín de aquél para ser llamado a dirigir su siguiente obra, la cumbre de su filmografía...


Emmanuelle Emmanuelle 08-11-2022
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¨Hay que creerlo, hay que pensarlo, hay que imaginarlo...eso es el erotismo¨. La filosofía del desposeimiento de prejuicios morales o conformismo social en búsqueda no sólo del placer emocional o físico, sino de la más plena lucidez espiritual.
Y mientras ella, su piel rosada, su carita de ángel, sus sensuales movimientos, abriéndose paso a un éxtasis sin límites...

Ella es Emmanuelle, la única, sinónimo de la pasión, la liberación, el mito, que aún hierve en lo profundo de la mente de muchos desde su creación hace décadas. Es todo un cuento de inmoralidad, donde una joven nacida en Bangkok en el seno de una familia rica cuya vida dará un vuelco tras poner sus ojos sobre un diplomático francés catorce años mayor durante una fiesta en el prestigioso internado académico LeRosey de Suiza; Marayat Bibidh se casa con él, viajan a Tailandia y se convierten en la pareja más célebre dentro de los entornos burgueses occidentales asentados en el país, sobre todo gracias a su obsesión hedonista y experimentación sexual...
El problema es que ella es una amante (también) del cine, la fotografía y la literatura, y decide expresar su arte por medio una novela en colaboración con su marido que será publicada a través de círculos clandestinos en 1.959, y más o menos relata sus propias experiencias transmutándose en la parisina desinhibida Emmanuelle. Al hacerse legal su distribución a finales de los 60, las ideas y filosofías sobre el erotismo y la liberación carnal/espiritual de Bibidh ya habían calado en lo profundo de la cultura moderna francesa, dando pie a una saga de lo más lucrativa.

Tal vez sin la aceptación popular de la escandalosa ¨El Último Tango en París¨ no hubiese sido posible (o más tiempo tendría que haber transcurrido para) ver la luz una adaptación en el cine; por suerte se hizo el milagro, y las mentalidades cambiaron. Yves Rousset-Rouard se percató y fue a explotar el filón de este fenómeno liberal haciéndose con los derechos del libro, cuya dirección entregaría, curiosamente, a un hábil fotógrafo del Vogue y Elle sin experiencia en el 7.º Arte llamado Just Jaeckin, dejando al cineasta y habitual guionista de Truffaut, Jean-Louis Richard, a cargo del libreto.
A la mujer la conocemos preparada para marcharse a Bangkok y reunirse con su nuevo marido Jean (mal disimulo del diplomático Rollet-Andriane) bajo las cálidas luces de un apartamento moderno al más puro estilo francés, un estilo de revista de moda que bien subraya los orígenes de quien está tras la cámara; la modelo de los Países Bajos Sylvia Maria Kristel vio recompensada su derrota ante Maria Schneider en el casting para Bertolucci dando vida, aun por la casualidad más tonta, a la heroína de Bibidh, dispuesta a aventurarse a lugares exóticos y conocer a los personajes más variopintos y curiosos.

En esta Tailandia cambiada por la Guerra de Vietnam, las bases norteamericanas, el constante flujo de extranjeros occidentales, los sangrientos levantamientos populares en exigencia de una democracia y la reciente inflación por la crisis del petróleo es donde Emmanuelle va a parar, pero, ni que decir tiene, dentro de la seguridad y comodidad que le brinda la posición de prestigio de su esposo. Alejada de los barrios más pobres, de los vagabundos y las prostitutas, podrá refugiarse en entornos idílicos, elegantes y sugerentes practicando la afición favorita de los burgueses inmigrantes; y esa es, a falta de un esfuerzo real, el vicio...
Richard respeta la visión decadente, tan corrupta moralmente, tan vaga e irritante, que trataba la autora, a la cual se acercó y perteneció; en este ambiente ostentoso de vestidos caros, falsos oropeles, glamour ajado y valores enterrados entre los gusanos de la vergüenza, las mujeres son unas infieles ninfómanas y los hombres consideran la promiscuidad otro entretenimiento más de sus aletargadas vidas, que intentan avivar, sin ningún éxito verdadero, con alguna que otra tórrida aventura sexual en el jardín de atrás. Un ambiente que contamina a todos cual virus, y tal vez Emmanuelle llegue aquí como otra más del grupo, pero lo hace siendo incapaz de situarse al mismo nivel.

Sus tontos ¨affairs¨ no pueden compararse con la depredación de Ariane o la fiera sexualidad de la jovencita Marie-Ange, por ello es considerada poco menos que una ingenua sin sangre para todas sus amistades femeninas que tan bien saben entregarse al sexo sin compromiso, mientras es deseada por unos y otras como si se tratara del próximo jarrón a estrenar. No para un servidor. La figura de Kristel, tan francesa, con su cara aniñada, cuerpo escuálido y pechos pequeños, se halla muy lejos de mi gusto; es hermosa y perfecta para modelar, sí, pero también carente de todo morbo en una historia tan erótica, y ese es un gran inconveniente para encender la libido...
Y más aún por el modo en que la filma Jaeckin, quien no se separa de su acostumbrada técnica fotográfica provocando que los actos sexuales, incluso los más brutos y violentos, resulten artificiales en pantalla, artísticos pero fríos, incapaces de plasmar auténtica pasión, y en última instancia mediocres y tediosos (¿por qué no escogieron a Masumura como director?). Así de tedioso es el desarrollo narrativo, sin una trama a la que aferrarse, sólo siguiendo las experiencias ¨educativas¨ de la protagonista, quien va ganando en audacia, liberación e independencia.

Destaca entre todas ellas la vivida junto a la arqueóloga ¨Bee¨, extendiendo Richard en un contexto mucho más romántico y bucólico una aventura inexistente en el libro, y que terminaba de manera abrupta; este afán de Emmanuelle de hacerse dueña de sus deseos más allá de las ataduras del matrimonio es uno de los grandes mitos arraigados a la tradición que desea derribar el film.
Y antes la autora, quien deja al marido irritado en su impotencia al ver cómo su juguete, pues eso era ella para él, ha aprendido a experimentar por sí misma sin necesidad de su guía y de esa falsa libertad que decía concederle en un principio.

Este personaje raya en lo patético y Daniel Sarky expone dicha incapacidad masculina de maravilla. Por desgracia va perdiendo peso en la historia y quedará relegado a un segundo plano, al igual que otros secundarios más interesantes (los criados tailandeses; Ariane, que termina convirtiéndose en una parodia de sí misma; Mari-Ange, que desaparece sin dejar rastro y yo preguntándome todo el tiempo dónde se había metido), subrayándose, por si no había quedado claro, la irregularidad del guión (increíble que el tipo detrás de él sea el mismo que escribió ¨Fahrenheit 451¨ o ¨La Piel Suave¨...).
Lo que acontece se sitúa en paralelo a los derroteros que decide tomar la novela en su último tramo, y peca de utilizar sus mismos recursos y maniobras. Finalizadas las tontorronas locuras de la protagonista, es necesario que conozca de una vez por todas el verdadero significado del placer sexual, el erotismo y el deseo; esta ¨educación¨ forzada que aquí se plantea, contra la voluntad de la mujer, recuerda a la japonesa ¨Flower & Snake¨ (basada también en una novela, posterior a la de Bibidh, este clásico maldito del ¨roman porno¨ se estrenaría no obstante antes que el título que nos ocupa).

En ella se relata la iniciación brutal que un hombre traumatizado y reprimido lleva a cabo con su típicamente tradicional esposa por medio de otro hombre, un experto en sadomasoquismo. La misma situación tenemos aquí al regresar el misterioso Mario, a quien conocimos mucho antes; basado en la fea interpretación del veterano Alain Cuny (siempre alejado de todo interés con respecto al film...hasta que llegó su inesperado éxito, claro), el personaje, un italiano de clase noble, acaba por conducir la historia a una serie de enseñanzas del maestro al alumno farragosa y cargante, tal cual sucede en la versión literaria.
El problema es que es imposible comulgar con lo que dice y transmite a Emmanuelle, y su modo de hacerlo. Mientras el guión se hunde en una pretenciosidad pseudointelectual cuya clave es destruir los conceptos de erotismo y morbo en los que tanto se había esforzado, las divagaciones acerca de la inutilidad del matrimonio, la confusión entre placer sexual y éxtasis espiritual y la aceptación de la poligamia, la ninfomanía y el masoquismo como vías útiles para derribar los tabúes y represiones sociales quedan en una inútil y desesperante palabrería de filosofía barata.

¿Cómo demonios va a aspirar a la libertad, a la auténtica liberación, cuando está siendo forzada a experimentar situaciones que no desea? A partir de aquí sus pulsiones nacerán de lo enseñado, lo aprendido, para ser mecánicamente expuesto; este gesto repulsivo y asqueroso no sólo no es ni la mitad de escabroso que en las páginas, sino que queda en una nota de contradicción confusa y amarga.
Y para más inri dejando a la película sin conclusión, sin clímax, sin un último gran suspiro. Se nos priva de ese arrebato final del libro, ese enorme ¨¡Estoy enamorada!¨ que tres veces lanza ella en la cúspide de su gozo carnal y deleite espiritual, como si el guión censurase lo que pretendía defender. Un desastre, la verdad...

Pese a todo, y tras un importante cambio en el Gobierno francés que por fin elimina la censura, los récords se baten a escala nacional en poco tiempo, la polémica leyenda de ¨Emmanuelle¨ cruza fronteras y deja su influencia en otras culturas tanto por su erotismo salvaje como por sus ideales modernos.
Así llega otra era al cine, más abierta y provocativa, gracias a una pequeña y mediocre obra en la que en un principio nadie creía y todos detestaban; a Kristel, por su parte, el papel le iría persiguiendo toda su vida, para no abandonarla jamás, pero así lo quiso ella...


Spun Spun 08-11-2022
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La pupila de un ojo contraída en plano-detalle. ¿De quién?, no importa, es un plano que lo explica todo: subidón, éxtasis, un estado mental distinto que es mejor no conocer.
No cabe ninguna duda de que la persona que ideó ¨Spun¨ se encontraba bajo sus efectos.

William de los Santos provoca auténtica inquietud si se le observa un par de segundos, ya desde su aspecto estrafalario a lo Alan Moore, y eso que asistió a la universidad como cualquier chaval...pero se metió en el mundo de las drogas de una forma espantosa, ejerciendo de chófer para un fabricante de metanfetaminas a lo largo y ancho de Oregon. Aquellas experiencias le convierten a mediados de los 90 en un adicto a esa droga, le trastocan la cabeza y le marcan de por vida, y ello lo irá a reflejar en un guión psicotrópico, ininteligible y basado en todo lo que ha vivido.
Es asombroso hasta donde puede llegar el ahínco humano cuando se cree en algo, y este chiflado lo demostró marchando a Los Angeles y acosando a una gran cantidad de individuos que de algún modo u otro estaban en el negocio del cine. Su empeño resultó en cruzarse con Hans Jonas Åkerlund, un sueco de mucho prestigio relacionado con el universo musical y los videoclips (Madonna, Ozzy Osbourne, Metallica, Smashing Pumpkins e incluso McCartney han estado a su servicio...) que sin embargo trató de evitar lo posible hasta el momento en que accedió a leer su alucinada historia. La producción, totalmente independiente, tardó en ponerse en marcha y sufrió varios periodos de estancamiento.

El concepto de ¨Spun¨ es curioso: la historia ni empieza ni termina, simplemente sigue, al igual que la vida de los personajes implicados en ella. Y entramos con la naturalidad de un documental, una vida colapsada por la locura, la miseria, la pobreza, la ruina humana de frente y sin paliativos, en un lugar perdido que perfectamente puede ser la Eugene de Ontario; y Akerlund nos empuja a ella, a esa atmósfera malsana con la fuerza de un ciclón, gracias a su urgencia visual y montaje tan ¨ritchiano¨ de ritmo taquicárdico y experimental, que comparte junto a Johan Söderberg.
Jason Schwartzman como una versión perversa, desagradable y no tan simpática del Nicky de Adam Sandler, más o menos con la misma capacidad neuronal, es el álter-ego del guionista y casi todo lo que le sucede en el transcurso de varios días se relaciona con la realidad. Y somos obligados a saborear, contemplar y escuchar el universo pútrido y consumido en metanfetamina en el que él está ya metido hasta el cuello, y que lo simboliza el interior de la casa de ¨Spider¨ Mike, primera de muchas referencias cinematográficas (donde un John Leguizamo haciendo lo que mejor sabe (el loco) suplanta al Eric Stoltz de ¨Pulp Fiction¨ mientras Mena Suvari podría ser la cara más fea, grasienta y lánguida de Rosanna Arquette).

Bien integrados todos ellos en el vértigo técnico-visual servido sin pensar en los nervios del espectador; es el efecto que desea el cineasta: la condición física y mental de alguien que ha sido forzado a probar esta droga y empieza a sufrir las consecuencias de una subida de la presión arterial, agitación psicomotriz, esquizofrenia paranoide y alucinaciones, y antes de llegar los créditos iniciales ya nos sentimos así. Por ello no es tanto el énfasis que se le da a la trama como a la forma del film y al carácter de su troupe, todos trastornados, inocentes a su modo, algunos malvados...
Aun así no se ofrecen moralejas absurdas acerca de la drogodependencia, ni se profundiza mucho en los anteriores, al contrario de Boyle en su ¨Trainspotting¨. Esto es un día a día de colocón y efectos, lógica de reiteración y delirio como la de ¨Miedo y Asco en las Vegas¨ sin alcanzar las dimensiones del fascinante imaginario de Gilliam, y sin plantear las oscuras reflexiones ni la caída en desgracia (ni nada mínimamente trascendente) de ¨Réquiem por un Sueño¨, a la cual Akerlund ha echado el ojo y pretende imitar en estilo, forma y riesgo, pero quedando su sinsentido más cerca de la horrible ¨Cookers¨, realizada un año antes.

Sin embargo Brittany Murphy, quien traslada sus propias adicciones (la cocaína y la (terapéutica) metanfetamina, culpables de llevarla a la tumba unos años después) a Nikki (clásica zorra con el corazón de oro, versión drogadicta de Vivian Ward), destaca entre los imbéciles adictos, clubs de striptease, terribles suburbios, policías corruptos y el ¨villano¨ ¨The Cook¨ (ese Rourke en un mundo muy acorde a su vida en aquel momento, sin importarle el guión ni el reparto, a su aire, de cowboy arrogante, como de costumbre...), en definitiva: una luz de esperanza en mitad de tanta negrura de la que para todos es imposible escapar.
Es quien representa el cambio frente a la debilidad de Ross, la paranoia de ¨Spider¨ Mike, la irritación constante de Cookie, la falta de compasión de ¨The Cook¨ o la asquerosa existencia de ¨Frisbee¨ (¿quién iba a pensar que encontraría al tierno Patrick Fugit de ¨Casi Famosos¨ en semejante papel?). Tal vez el primero desea reunirse con su ex-novia, pero se ve incapaz de afrontar un cambio vital; Nikki, por suerte, es una criatura de puro candor y afecto, la única bocanada de aire en este agujero ahogado con el humo de los químicos de las anfetas, la única que, aun atrapada en él, intenta huir hacia un destino mejor. Un puro sustitutivo femenino de Mark Renton.

Más allá de este increíble personaje sólo queda: frenesí desde todos los ángulos, estridencia, humor escatológico, violencia cruda, experimentación bizarra, absurdo basado en el cómic y la animación grotesca, imitación barata de otras obras, una trama sin principio ni final.
Pero también hay un asombroso desfile de caras conocidas: de Eric Roberts, Ron Jeremy y los artistas Billy Corgan, Deborah Harry y Rob Halford, símbolo de la influencia musical de Akerlund, a Peter Stormare y Alexis Arquette de pareja policial ¨exploit¨ (y enormes en las, de lejos, mejores escenas de la película, homenaje absoluto a Tarantino).


La Caza del Octubre Rojo La Caza del Octubre Rojo 20-10-2022
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El sonido de la osadía, la rebelión, la traición, la guerra, es el sonido del silencio.
Tan monumental en su tamaño como en su sofisticación, el submarino más imponente de tierras soviéticas zarpa hacia Norteamérica, el Mundo entero echa a temblar, pero sólo un hombre comprende sus intenciones y las de su capitán...

De esta manera no sólo se nos introducía en la primera de las muchas y suicidas misiones protagonizadas por el sagaz analista y asesor de seguridad nacional para la C.I.A. John P. Ryan (quien para mí siempre tuvo el físico de Michael Caine), sino en la primera de las muchas obras que pondrían a Thomas Clancy en las listas de los autores más reconocidos y prestigiosos de todos los tiempos. Resulta increíble que un tipo rechazado por el ejército por su mala vista y que pasaba horas trabajando en una agencia de seguros, propiedad de la familia de su esposa, pusiera de los nervios a un considerable número de militares y civiles con ¨The Hunt for Red October¨.
La razón fue su tremenda labor para documentarse, alimentado por su pasión por la historia naval y todo lo referente a tácticas militares, elementos técnicos y avances dentro del universo de defensa y bélico; la época hizo el resto, pues su debut, que incluso pasó a ser elogiado por Reagan, llegó en un momento extraño con respecto a la Guerra Fría, apareciendo un año después de que la tensión entre EE.UU. y la U.R.S.S. creciera hasta temerse un definitivo ataque nuclear, con la flota estadounidense llegando al Báltico y poniendo en alerta a Andropov y sus camaradas. Por fortuna esta ¨reaganiana¨ ¨Guerra de las Galaxias¨ de tácticas psicológicas se enfrió antes de que estallara del todo...

Un curioso clima de insatisfacción para proponer la hazaña del capitán de un submarino soviético en pos de la huida de su país y de la solicitud de asilo político en terreno enemigo, relato que parece inviable llevar al cine pero que termina sucediendo tras un largo proceso de preproducción, donde se ha reunido un presupuesto millonario, un John McTiernan que gracias a ¨Jungla de Cristal¨ ha quedado entre los más eficaces directores de acción del momento y un sólido reparto con el hacía poco resucitado Sean Connery, de casi 60 años, a la cabeza, encarnando a ese Marko Ramius que a finales de 1.984 escapa en el Octubre Rojo, presentado en una introducción perfecta para el escocés, solemne y consciente de sus actos.
Es por tanto que pese a ser la primera aventura de Ryan y de demostrar madera de héroe aun siendo una rata de oficina de la C.I.A., nunca roba el protagonismo al anterior; Alec Baldwin aporta credibilidad y simpatía al analista de 34 años, a quien ya encontramos junto a Caroline y Olivia y a las órdenes de Greer, preparado para entrar en acción. McTiernan hace buen uso de los más de 30 millones de presupuesto y de la ayuda especial del ejército y la marina, lo que asegura un despliegue de medios colosal durante el desarrollo de esta historia con cierto sabor británico, cocinada a fuego lento y avanzando gracias a las interacciones/intervenciones de los personajes.

A fuego lento aun con los cambios oportunos ante la tarea de adaptar una novela que casi llega a las 400 páginas; Donald Stewart y Larry Ferguson tienen que condensar las muchas disertaciones del nativo de Maryland, con gusto por la profundización a base de monólogos interiores y la extensión en las operaciones para llegar a una conclusión. En lo primero se acierta de pleno, pues aquí no hay tales monólogos, sería una maniobra ridícula; las primeras páginas dejaban al descubierto el objetivo de abandono y deserción de Ramius...los guionistas, sin embargo, lo presentan como el aparente villano, cuando no lo es.
Pero su postura ante la tripulación que comanda y, cómo no, todos los del exterior, es la de un extremista chiflado que desea desencadenar una guerra, apropiado para el marco de mitad de los 80 en el que se ubica la acción, dando pie a aflorar con intensidad (no cuando se estrena el film, pues el muro de Berlín acababa de ser derribado y esto no representa ningún peligro) el tan antiquísimo pánico arraigado al poder de invasión comunista. Aun esbozando a un grupo de soviéticos, enemigos por definición de EE.UU., desde lo humanista e íntimo, ese pánico de las páginas se traslada al film.

Ese pánico hace saltar alarmas en todos, incluso el embajador soviético (lo que no sucede en el libro) contacta con el Gobierno para informar, en una bien urdida treta, del suceso.
Ese pánico que también estuvo a punto de desatar una auténtica guerra en Noviembre de 1.983, debido a la posesión de armas nucleares y a las erróneas suposiciones. Gracias a que está Ryan, la cinta adhesiva entre la ignorancia de su propio Gobierno y las sospechosas acciones del ¨enemigo¨, la trama promueve la gran sorpresa de los ¨thrillers¨ situados durante la Guerra Fría.

Y es que, al menos para a un servidor, lo más atractivo del debut de Clancy no es su verborrea tecno-científico-militar, ni de las estudiadas estrategias marinas, ni de la exposición tan detallada de armamento avanzado que debería estar en posesión de un secretario de la marina y no de un agente de seguros (luego resulta que todo era un invento suyo), sino la idea de que, en un punto tan peliagudo de la longeva Guerra Fría, militares de uno y otro bando pudiesen llegar a un acuerdo, a dialogar en la misma sala sin tener previamente que abrir fuego o dejar por el camino unos cuantos cadáveres, a confraternizar.
El papel de Ryan es vital: no es militar propiamente dicho, sabe ruso, conoce personalmente al ¨invasor¨ (aunque todo el pasado acerca de la mujer de Ramius, que incluye tráfico de influencia política, quede sin revelarse, una lástima...), y aplica sus conocimientos en logística y su poder para el diálogo a la emoción humana. Un estadounidense que justifica los actos del enemigo y que desea convencer a todos de su buena intención, haciéndole un blanco indudable de miradas recelosas por parte de los que están a su alrededor, desde los funcionarios del Gobierno a los oficiales que se hacen cargo de la situación bajo el agua, como el capitán Mancuso (Scott Glenn en su habitual pero solvente interpretación).

Ante todo, dentro de estos espacios de soledad, sudor, aire irrespirable, claustrofobia y mínima capacidad de movimiento a los que el director nos arrastra como hiciera poco antes con McClane en el Nakatomi (similar e intenso duelo libra Ryan contra un saboteador entre los estrechos pasillos del Octubre) destaca su acercamiento psicológico, que se podrá expresar en una interacción memorable entre Sam Neill (un Borodin mucho más ¨emocional¨ que en el libro) y Connery, dando su visión desesperanzadora sobre el Mundo, sujeto a los hombres que a su vez se hallan sujetos a los conflictos.
La desilusión de un individuo por su patria soviética que no podría ir con peor sentido en la novela, presente en el guión: el de situar a los militares americanos en la mejor posición, la de la más infalible respuesta naval, mejor preparación y toma de decisiones, y pronunciada hospitalidad frente a las autodepredadoras maniobras soviéticas; lejos del agua y los submarinos está el entramado de conspiraciones, secretos, intrigas político-militares, medias mentiras, medias verdades y traiciones disfrazadas entre miembros del mismo bando, ambos presas del terror ante esas misteriosas intenciones de Ramius.

Traiciones las cuales dejan al descubierto una enorme brecha de seguridad interior, y mayor en el bando soviético, claro. Pobres rusos, que quedan como incompetentes y desamparados cuando ellos siempre han sabido marcar la ofensiva.
En un momento dado, para reforzar ese afán por la humillación y ya concluido el argumento, el embajador habla de otro percance en su flota, a lo que el consejero de seguridad nacional responde divertido ¨Andrei...no me dirá que han perdido otro submarino¨. Vence el Tío Sam al lobo de la estepa, y a Clancy y a toda la marina de EE.UU. esto le tiene que encantar.

Y la película rompe récords de taquilla y confirma la maestría absoluta de McTiernan para el ¨techno-thriller¨ de intriga de alto voltaje, sin por ello tener que atarse a los típicamente recargados efectismos de Hollywood; a cada paso que da la trama, sobrio e inteligente, más es nuestro deseo de sumergirnos a bordo del Octubre Rojo junto a sus protagonistas, y más cosas descubrimos en cada visionado.
Por otra parte, Baldwin demuestra ser un buen Ryan, y ello hizo despegar su carrera, pero Harrison Ford, que curiosamente había rechazado el papel en primera instancia, tomaría el relevo en sus futuras aventuras...


Secuestro (Hostage) Secuestro (Hostage) 20-10-2022
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¿Cuántas veces hemos visto lo de quedar presos en el propio hogar del cual un día nos arrancan la libertad de posesión?
Una vez más entramos a otro junto a unos asaltantes que no saben la mala experiencia que les espera.

Lo hacemos, además, siempre agazapados tras las rocosas espaldas de Bruce Willis. Sí, mitad del 2.000 y ahí estaba, manteniendo el tipo con 50 años recién cumplidos, casi nada para una gran estrella como él, ya demostrado en aquellas fechas con ¨Lágrimas del Sol¨ o ¨Sin City¨; pues dos semanas antes de la memorable versión cinematográfica del cómic de Frank Miller llega la que nos ocupa, algunos pensando que sería su retorno a sus clásicos papeles de héroe de acción. Sí y no, es díficil de concretar.
A Doug Richardson, autor y guionista de importantes ¨blockbusters¨ (¨Dos Policías Rebeldes¨, la 2.ª y la 4.ª parte de la franquicia de ¨Jungla de Cristal¨), se le encarga, para una coproducción de abultado presupuesto, la adaptación de ¨Hostage¨, celebrada novela del maestro del policíaco Robert Crais, un Hammett moderno por así decirlo, publicada en 2.001 y curiosa en su haber al estar alejada de su longeva saga de Elvis Cole/Joe Pike. No tengo muy claro, ni me apetece averiguar por qué, este relato criminal de sabor clásico pasa a manos de Florent Siri, otro francés con el síndrome de ¨me creo Luc Besson¨, más director de videoclips que de películas.

En aquel entonces, de hecho, se le conocía por la inverosímil y frenética ¨Nido de Avispas¨, su carta de presentación al Mundo (y menuda, señores). Ya vuelve a hacer uso de su estilización visual durante unos créditos iniciales que parecen más bien los de una película de DC o los de ¨Sin City¨ (considerando que se estrenó antes, ¿hablamos de influencia?), y entramos en materia con un Willis andrajoso encarnando a un hábil negociador, en este prólogo que, de no estar inspirado en ningún libro, podría haber sido extraído del de ¨Mercury Rising¨, donde el anterior Jeffries ahora es Talley.
Todo un cliché: el especialista marcado por un trauma del pasado que, tiempo después, intenta cicatrizar sus heridas en un puesto más humilde mientras rivaliza con una tensa situación familiar (tomando parte en ello la propia hija del actor, Rumer); lo que pasa es que Siri, pese a su nervio y talento para lo visual, no capta la emoción visceral de las páginas de Crais. Otro cliché que ayuda a sentar las bases de la trama: los delincuentes que, huyendo de la escena del crimen, se cuelan en una casa con algunos secretos; estas secuencias introductorias se filman y tratan con una aspereza que destilan aroma de los 70 en cada fotograma.

O más bien, con personajes como el nervioso Dennis y el inquietante Mars o la adolescente de sensualidad explosiva Jennifer, esto está más cerca de ser el ¨remake¨ de alguno de aquellos ¨slashers¨ de la época (si hacemos memoria a mitad del 2.000 dicho fenómeno de resurrección estaba en su apogeo). Y se desata la incoherencia: que en una mansión de alta tecnología en las montañas puedan entrar tres paletos subnormales con esa facilidad...en fin; este primer acto de intensidad brutal desarrolla la trama de ¨Horas Desesperadas¨ en algo así como el escenario de ¨La Habitación del Pánico¨.
Talley entra a formar parte de rebote, cuya actitud de Willis es la misma de sus héroes (o anti-héroes) de antaño: la pesada resignación. Pero el libreto, que despliega el suspense de manera efectiva repitiendo todas las maniobras de los ¨thrillers¨ con rehenes y negociadores, opta por un giro curioso y chirriante: abrir una subtrama donde el padre de la familia está vinculado con unos misteriosos criminales. Y yo creo que resulta un tremendo esfuerzo que éstos busquen a la familia del cansado policía y la utilicen para sus propósitos, sabiendo que sus planes pueden torcerse en un abrir y cerrar de ojos...pero sucede, y nos lo tenemos que tragar con patatas.

Richardson no tiene la culpa; esta desviación narrativa ya estaba presente en el libro, y lo único que él hace es cambiar al poderoso grupo mafioso al cual pertenece el padre (antes Sonny) y el complejo argumento que se construye sobre ellos. En las páginas, gracias a la prosa sólida y ágil del autor, las sorpresas resultan agradables, pero tal vez no funcionan en el film, y menos del modo en que está plasmado; mientras tanto, en el interior y alrededor de la mansión, crecen los violentos cara a cara entre buenos y malos, y entre ellos mismos, mediando Talley con sus propios métodos, sobre todo por su propio interés (al estilo Willis).
En esta historia donde cada grupo de personajes son rehenes de otros (los policías y la familia de los secuestradores, los secuestradores de la misma casa donde se han encerrado, la familia de Talley de los criminales, éstos a su vez, y por las circunstancias, de Talley, y él como rehén universal: de su traumático pasado que renace en esta situación presente y amenaza con repetirse las mismas funestas consecuencias), Siri se presta demasiado al efectismo, al estilo de Hollywood, a ciertos clichés del ¨thriller¨ del siglo XXI, incluso en este film que con sus vueltas de tuerca y peculiares personajes intenta alejarse de dichos clichés.

Esas vueltas son su soga al cuello; un último tramo entre el ¨psycho-slasher¨ (dentro de la casa, con Mars convertido en un monstruo de Hooper o Craven) y las resoluciones tópicas (mejor habría sido dejar morir al padre, como sucedía en la novela, o por ejemplo vincular a los jóvenes delincuentes con el grupo de misteriosos asesinos, en otro giro inesperado...).
Tras Willis y ese Ben Foster que da escalofríos, las actuaciones no se apartan de lo rutinario; destaca, no de manera elogiosa, el puñetero Jimmy Bennett anticipando lo que haría en ¨Firewall¨ o ¨Poseidon¨, e insufrible en su papel: otro niñato con el síndrome de Kevin McCallister que cree que todo lo puede ante los villanos. Yo me quedo con el buen trabajo de Giovanni Coltellacci a la fotografía y Keith Cunningham a la dirección artística.


The Mechanic The Mechanic 20-10-2022
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Se prepara con toda la tranquilidad del mundo, desde la distancia observa su objetivo, la observa día tras día hasta que esa rutina ajena se convierte en la suya propia.
Y todo por un fin: la muerte. La razón es un fajo de billetes. Sin otros motivos...

¿Se acuerda alguien, a estas alturas, de Charles Bronson? Como muchos hombres de acción de su época no consta en el disco duro de la generación actual, para otro sí, como es el caso de un servidor; con 51 años y sin perder la compostura colabora una vez más junto a Michael Winner en esta pequeña película que, dentro del culto, se mantiene como uno de los ¨thrillers¨ más extrañamente siniestros de los 70, lo que realza su atractivo. Pero Lewis J. Carlino odió el producto final, masacrado por la decisión de Irwin Winkler y Robert Chartoff de eliminar ciertos detalles realmente poco convencionales.
Como una relación marcada por las pulsiones sexuales y de muerte entre dos asesinos a sueldo, pero esto quedó borrado del mapa cuando entró el actor a ocupar el papel. Es por tanto desconcertante la decisión de los productores y el guionista original de maquinar una reinvención de la historia en nuestros tiempos, y peor aún del modo en que va a llevarse a cabo; sólo con saber que está a bordo Jason Statham, el implacable héroe de acción de estas últimas décadas, podemos intuir cuales serán los derroteros, más aún si tenemos en cuenta que en el guión participa Richard Wenk (¨16 Calles¨, la secuela de ¨Los Mercenarios¨...) y tras la cámara Simon West.

En mi opinión, y pese a un par de títulos rescatables, este señor no ha dejado ser una especie de pequeño sucedáneo de Michael Bay desde que saliera a finales de los 90 con el disparate de ¨Con Air¨, alguien perteneciente a esa generación de cineastas sin personalidad y cuyos recursos son: cámaras mareantes, énfasis en la acción y la violencia e introducción de personajes huecos en ella como marionetas sin alma. La secuencia de presentación del protagonista es un claro ejemplo y sirve para establecer inmediatamente la desemejanza con la ¨Mechanic¨ original.
Al inicio de un cuarto de hora donde se nos mostraba la minuciosa preparación de Arthur Bishop en su especial y repugnante trabajo, filmado con eficacia y ese toque áspero y brutal de los 70, le sustituye el espectáculo de piruetas, planos rápidos y momentos de entrega física tan conocido del cine de acción actual; rematado con la molesta narración omnisciente a modo de explicación para el espectador imbécil, esta versión se acerca más a la realizada poco antes ¨Bangkok Dangerous¨ (otro ¨remake¨, para más inri) que al clásico de Winner. El oscuro relato del asesino a sueldo de Bronson pierde sus sombras, gana en movimiento, se vuelve artificial y rutinario, se vuelve un plato de Hollywood para paladares no exigentes.

Curioso también cómo se tergiversa la trama y la relación entre el protagonista y Harry McKenna (Donald Sutherland de saldo en remplazo del mejor Keenan Wynn), que ahora pasa a ser un ¨mentor¨, un padre sustitutivo y pieza esencial de la misteriosa organización en la que trabajan, cuando antes era alguien ajeno, empleado gracias al padre del primero. El hijo, Steve, es el tedioso Ben Foster, sin el atractivo malévolo que desprendía Jan-Michael Vincent, y su unión con Arthur se da por medio de una conexión más fuerte y emocional (pero sin el rastro de homosexualidad que en su día pretendió Carlino).
Se hace así hincapié en la carga de la culpa y en la transmisión de la amoralidad donde lo impasible sigue jugando un papel vital, si bien el guión está confeccionado acorde al estilo de Statham. Bronson conseguía distanciar al espectador debido a su cinismo y soledad, así como su película gracias a ciertos desvíos inquietantes al suspense psicológico y un espíritu descorazonador; aquí se liman de lo segundo esos ambientes y queda una pizarra de superficialidad, en cuanto a lo primero el guión hace por acercar a Statham al espectador, lograr su simpatía. ¿Y cómo? Pues porque sus objetivos a asesinar son, curiosamente, tipos horribles que lo merecen.

McKenna es una excepción dentro de sus operaciones, y hasta tiene tiempo de ser amigo de un vagabundo y salvar la vida a un atracador negro, así que nuestro asesino no sólo es un hombre bueno, sino un maldito héroe (¡¿estuvo contento con estos cambios el sr. Carlino?!). Todo ello, por mucha ultraviolencia y detalles espinosos que contenga, convierte a la presente ¨Mechanic¨ en una peripecia de frenesí palomitero, sin nada que ofrecer que no sea un estúpido cliché de la acción de estos tiempos. Incluso la traición de la organización resulta previsible.
Mientras a Bronson lo distinguía un aire duro pero sobrio, el británico, como los astros de antaño en los que aquí y siempre se ha reflejado (pues un film de este calibre no desentonaría en las filmografías de Wesley Snipes, Dolph Lundgren, Steven Seagal o Chuck Norris), vuelve a encarnar a una imparable máquina de matar, que corre, se descuelga por rascacielos, brinca, sabe artes marciales y no tiene tiempo para sangrar (ni una gota, señores), un dibujo animado ni más ni menos. Para reforzar esto hemos de escuchar, por enésima vez, esa tópica conversación donde otro alabe sus habilidades, en este caso Sutherland.

No por necesidad, sino para dar una ligera idea al público sobre el personaje, como si no fuese algo más que sabido (¡¿de verdad estuvo contento con estos cambios el sr. Carlino?!, ¿de verdad?). Por tanto el enfrentamiento entre Arthur y Steve (cuyo motivo es además otro) no entraña sorpresas, nada podría vencer ni superar la inteligencia del primero...y menos el idiota interpretado por Foster...
y ello provoca la mayor vuelta de tuerca frente a la original: no acabar con su protagonista, lo que sí acaba con ese espíritu desesperanzador y melancólico que la caracterizaba, y dando pie, por desgracia, a una secuela aún más inútil y superficial. Parece que con cada película Statham reafirma sus limitaciones, paradójicamente impuestas por él mismo; ésta, pese al notable éxito de taquilla, es un buen ejemplo...


Shinjuku Outlaws Shinjuku Outlaws 19-10-2022
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Cuando Yomi entra en la oficina del clan Okumura su aura es distinta a la del resto si bien no deja de ser un yakuza. De tomo y lomo además.
Cuando ellos amenazan con pistolas él defiende el código con el autosacrificio habitual, a punta de navaja. Es el honor de un nativo de Hiroshima, mucho mayor que el de uno de Shinjuku.

Y es la guerra yakuza, tan vieja y contada, y si hay alguien que supo preservarla durante la década de los 90 ése fue sin duda Takashi Miike (también lo harían otra decena de cineastas, pero no con el mismo ahínco ni entusiasmo). Cuando llega el momento en que le encargan ¨Shinjuku Outlaws¨ tiene 34 años, una carrera dentro del negocio del ¨V-Cinema¨ en pleno despegue y aprovechando esto con toda la libertad de la que goza (la cual, en estos días, parece un tanto restringida); sin embargo no tiene, a gusto de quien escribe y a excepción de ¨Oretachi wa Tenshi janai¨, ni un solo título que destaque como es debido.
Se podría decir que este pequeño relato de sabor clásico, inspirado en la novela de mismo nombre del legendario productor y guionista Tomoyuki Tanaka, será el pequeño paso adelante para cambiarlo todo. Se inicia bajo un color mucho más lúgubre y apagado que el acostumbrado en las películas del de Osaka, el marcador de pisos de un ascensor figurando la aguja de un reloj que corre en contra de alguien, un jefe moribundo en la habitación de un hospital, elementos que simbolizan una tragedia próxima. No en vano queda anunciado el fin de la era Showa...

Cuando Shoichi se dispone a vengar a su oyabun, ésto no sólo marca el posible fin de su vida, sino el fin de una década y el principio de otra distinta. La resurrección y vuelta del yakuza a la sociedad es conocida en el género, y una de las razones es que sirve para señalar los grandes cambios que se han producido en ella; de pertenecer ¨Shinjuku Outlaws¨ a los tiempos de Gosha, Ozawa o Fukasaku, el protagonista se apartaría en los 60, era de expansión económica, para volver (bien de prisión o del hospital) en los 70, marcados por la crisis del petróleo.
En este caso es abatido en los 80 para despertar en los 90; todo tiempo pasado fue mejor para un yakuza, y esta atmósfera de soledad y melancolía está presente de principio a fin. Como era de esperar aquél, tras una secuencia de ¨resurrección¨ similar a ¨Difícil de Matar¨ (estrenada poco antes y con la que comparte algunas semejanzas), es un extraño en este lugar pasto de las secuelas del estallido de la burbuja económica, las deudas económicas inabarcables, el pánico social (aquel 1.994 los Aum Shinrikyo ya comienzan sus andadas con el gas ¨sarin¨) y la inmigración masiva, que pasará a ser el tema esencial de la historia.

La cruzada de Shoichi por encontrar a su compañero Eto y a la mujer del jefe, Ayumi, le lleva a los confines de Shinjuku, donde operan mafias muy diferentes, y además de nacionalidades mezcladas; la visión de Tanaka sobre este problema es tratada por el director con la suficiente humanidad como para no ser tachada de reaccionaria ni racista. La urbe del Kabuki-cho, cultivo de un rico mosaico de razas: coreanos, chinos, vietnamitas y taiwaneses, señalados como los peores; lejos de la mafia de Fang y sus crueles maniobras contra los nipones, tenemos a un exiliado peruano o a una prostituta filipina (la premiada y hoy olvidada Ruby Moreno), arrastrados a ese mundo criminal únicamente por la pura supervivencia.
Encarnado por Hiroyuki Watanabe cual moderna combinación de Bunta Sugawara y Tatsuya Nakadai, Shoichi avanza sin descanso entre yakuzas deshonrosos y traidores, clanes a punto de ser destruidos necesitados de un cabeza de turco o policías amoldados a ese ambiente de violencia y corrupción sin límites (ese cínico Tagami, a quien da vida el otrora cantante y actor y ahora político Kiyoshi Nakajo), y avanza como el caballero de una ¨ninkyo-eiga¨ en toda regla, con su honor intacto allá por donde pasa. Mientras, mafias nativas y extranjeras bañan de sangre las calles, y las ¨fuerzas del orden¨ miran a otro lado esperando a que se maten cuanto antes mejor.

Un protagonista romantizado frente a un infierno de amoralidad, cobardía y mentira, de esta forma prevalece el tributo desde su vertiente crepuscular (la que por esas fechas trazaron Kitano e Ishii con ¨Sonatine¨ y ¨Gonin¨). Goza de estridencia, nervio, buenos estallidos de violencia cruda (recordemos la secuencia de agresión a la prostituta, mucho más extensa e incómoda que la de ¨Amor a Quemarropa¨, de la que parece influenciarse), pero esta es una aproximación nueva para Miike, sin desvíos al delirio, sin extravagancias, salvo por instantes puntuales (¿criminales bailando a la vez que asesinando en plena calle?, sí, por favor).
Rematada con un clímax, si bien la mar de absurdo (un coche no vuela por los aires con un disparo, porque esto no es una película de Stallone, demonios), también absolutamente desesperanzador, perfecto para la década, ¨Shinjuku Outlaws¨ es todo un preámbulo, un cristal, aún de aristas sin pulir, en el que habrán de reflejarse ¨Ambition without Honor¨, ¨Agitator¨ o la gran ¨Cementerio Yakuza¨, con las que aquél homenajearía las fábulas yakuza de antaño desde una perspectiva dramática y oscura, inteligente y clásica, entre otros títulos que serán meras parodias aberrantes y disparatadas.

Pero en efecto las aristas están sin pulir, la filmación en vídeo deja al descubierto una forma fea y rudimentaria, por no hablar de los agujeros del guión o personajes que se supone cuentan con un peso en la historia y luego parece que no están, o sí, o no, caso de los desaprovechados Jung-Il ¨Hakuryu¨ Jun o Yumi Iori.
El afán del director por perfeccionarse en dicha forma de mirar al género gangsteril pronto se reforzaría con ¨The Third Gangster¨, por cierto su primera obra estrenada en cines.


La Recompensa La Recompensa 15-10-2022
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Según dijo un amigo que fue a pasar unas vacaciones en Dublín, el término ¨cute hoor¨, tan de jerga irlandesa y tan confuso, se refiere de manera general a las maniobras sucias y reprobables de individuos que sacarán beneficio con ello, si bien se extiende a un contexto histórico más amplio y sobre todo político, donde es aplicado con mucha socarronería.

Serviría de perlas para definir a cada uno de los individuos que pueblan el ecléctico escenario urbano mitad irlandés, mitad británico, en el cual nos sumerge el señor Ian Fitzgibbon, otro de esos que surgieron de las filas de la conocida Generación de Cineastas Irlandeses del Nuevo Siglo (de donde podríamos sacar a Lance Daly, Kirsten Sheridan y los más populares Martin McDonagh y John Crowley), en un momento en que ha ganado cierta repercusión gracias a la hábil comedia negra ¨A Film with Me in It¨, todo un orgullo para su productor Alan Moloney.
Éste, con quien ha colaborado desde sus tiempos de realizador televisivo, esperaba de él un gran salto al mundo del cine, y con la confianza del bien recibido debut se pudo invertir más dinero para hacer realidad el libreto del prestigioso dramaturgo y guionista (que ha escrito para la mitad de directores antes mencionados) Mark ORowe, pero el coste es menor en Inglaterra y al final se filma más allí que en Dublín, causa de los muchos retrasos sufridos en la producción. Quizás esto es lo que da a ¨Perriers Bounty¨ la sensación de urgencia durante casi toda su primera parte, a pesar de ser presentada bajo un halo de misterio, difuso y a la vez atractivo.

Bajo la voz áspera, cansada y llena de mordacidad que provee Gabriel Byrne nos adentramos en esta Dublín un tanto melancólica, como si fuese a ser testigo de una serie de hechos imposibles de cambiar, y es que hay una cierta atmósfera de insatisfacción pululando por encima de las cabezas de todos los individuos que a su vez pululan por debajo de la ciudad. Uno es Michael con el aspecto de un Cillian Murphy desaliñado y barriobajero, héroe de la aventura urbana que Fitzgibbon prepara en 48 horas y que desde su inicio posee cierto sabor a Guy Ritchie (el escenario es en realidad Londres), Tarantino, pero más aún a McDonagh.
El argumento está sacado de una novela negra de bolsillo y tampoco se puede rascar mucho; en esencia ¨Perriers Bounty¨ nos devuelve a las historias de criminales sin escrúpulos, chicas venidas a menos, perdedores carismáticos y violencia sin edulcorar de toda la vida. No es necesario mencionar un referente/inspiración clásico de esta película porque pueden salir decenas de miles, pero ORowe le da ese aire fatalista tan interesante, lo inunda todo de pesimismo, mientras Fitzgibbon lo interpreta a su manera irónica y un tanto alocada para mantenernos enganchados.

Como Michael, tenemos un amplio mosaico de personajes bajo el estigma de la mala suerte, desde la pobre Brenda (una jovencita Jodie Whittaker que enamora a cualquiera) al moribundo padre de Michael (impagable, como siempre, Jim Broadbent), pasando por el gángster local de poca monta ¨Mutt¨ o el temible cacique Perrier (Brendan Gleeson, una vez más coincidiendo con Murphy, y sublime esté donde esté), y todos se irán encontrando y separando, y las acciones de unos, como es habitual, tendrán su repercusión en las vidas de otros. De ahí que la culpa y la amargura no les dejen aire para respirar y les mantengan siempre en la incertidumbre.
Sin embargo el gran distintivo de la historia de ORowe es la presencia del amor; poco corriente de la ¨crook story¨ y el cine de gángsters de antaño al que se homenajea, pero aquí hay amor visceral circulando por todas partes: el de un padre y un hijo (Michael y Jim), el de Michael por Brenda, el de Perrier por sus secuaces, el de los porteros Russ y Jerome hacia sus mascotas (esos bonitos rottweilers), incluso hay amor homosexual entre mafiosos. Lo malo es que el director vicia la atmósfera de cinismo y violencia de tal modo que dicho amor acaba convirtiéndose en tragedia, y volvemos así a la culpa inevitable que arrastra a los personajes a la desolación.

Pero también de un macabro sentido del humor muy basado en la resignación (puede que Jim sienta que se está muriendo, pero lo acepta casi con entusiasmo; Brenda llora destrozada y Michael no tiene otra cosa para darle que un pañuelo, al final ríe, aceptando lo que tiene). Este humor termina de dar un toque de ligereza al conjunto y caricaturiza tanto fatalismo, no de una forma tan hábil a como hicieron los Coen en ¨Fargo¨, Gary Fleder en ¨Cosas que Hacer en Denver cuando estás Muerto¨ o McDonagh en ¨Escondidos en Brujas¨, pero podría acercarse esta visión.
Quizás por culpa de dicha ligereza impuesta, totalmente ¨ritchiana¨, algunas vueltas de tuerca resultan una sorpresa decepcionante, ya que hasta entonces se apreciaba cierto nivel de ingenio, en especial durante los últimos cuartos de metraje (de haberse dado la muerte de Michael, tal y como la tenía planeada el terrible Perrier, nos habríamos quedado catatónicos...en lugar de eso Fitzgibbon lo despacha del modo más torpe y previsible, y lo peor de todo: dejando que la justicia equilibre la balanza al más puro estilo americano).

Estos fallos (y otro a nombrar es no desarrollar la subtrama del asunto del robo y chantaje de ¨Mutt¨) dejan el film cojo, en poco más que un interesante entretenimiento, pero entretenimiento al fin y al cabo, y recuperación divertida, bruta, directa, lúgubre y trepidante del mejor ¨western¨ gangsteril, que tampoco es algo desdeñable para los que somos fans del género, ya que hemos de irnos siempre a épocas clásicas por no encontrar nada decente en el cine contemporáneo...


O Brother! O Brother! 15-10-2022
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¨Vosotros tres encontraréis una gran fortuna, aunque no sea la fortuna que buscáis. Pero primero tendréis que recorrer un camino largo y difícil, lleno de peligros; cosas contemplaréis que os asombrarán...

...Veréis una vaca sobre el tejado de un cobertizo, y otras muchas maravillas...no temáis los obstáculos de la ruta, pues el destino ha dispuesto ya la recompensa¨. Con estas proféticas palabras los Coen dan comienzo a su particular odisea, no a través de una tierra mitológica, sino de los EE.UU. de los años de la Gran Depresión.
Con muchos puntos en común con ¨La Odisea¨ de Homero y llevando el título de aquel libro que el protagonista de ¨Los Viajes de Sullivan¨, del director Preston Sturges, quería adaptar al cine, ¨O Brother!¨ nos cuenta la gran aventura de los presos Everett, Delmar y Peter, tres tarambanas que, bajo la falsa promesa del primero, un caradura con un pico de oro y obsesionado con su pelo, de ir en busca de un tesoro que éste había enterrado, burlan a los guardias y huyen a través de caminos desiertos y bosques.

Y en esto que hallarán, efectivamente, una inesperada fortuna que ellos, en su infinita ignorancia, desconocen, mientras se tropiezan con atracadores de bancos, políticos corruptos, ninfas de aspecto humano, un negro que ha vendido su alma al Diablo para poder tocar la guitarra y hasta el mismísimo Ku Kux Klan. Sin duda será una peripecia de proporciones épicas que no sólo representará un cambio para sus vidas, sino para toda América, en un momento en el que el país atraviesa una gran crisis.
Bañado en nostálgicos tonos sepia y acompañada de una entrañable banda sonora llena de temas tradicionales, este film, aun estando situado más o menos en los mismos años en que transcurría la trama de ¨Muerte Entre las Flores¨, no tiene nada que ver con aquel. Los hermanos Coen deciden adaptar en plan sátira la mítica ¨Odisea¨ de Ulises tomándose algunas libertades históricas y trasladándonos a los profundos EE.UU. de la Gran Depresión.

En ella afloran tiempos de cambio para la nación, tiempos de gangsters, de supersticiones, de corrupción política y también de búsqueda de esperanza, a la vez confiriendo a todo un toque ensoñador, casi de fantasía, donde ese viaje de los protagonistas se configura como una travesía épica trascendental, que a pesar de estar ubicada en un mundo repleto de violencia, injusticia, mentiras, racismo y pobreza está sin duda regada de optimismo y de oportunidades.
¨O Brother!¨ figura como una de las películas más luminosas y positivas de los Coen, junto con ¨Arizona Baby¨ y ¨El Gran Lebowski¨, en la cual los personajes consiguen la salvación pese a sus equivocadas decisiones; nada que ver con la amargura y el cinismo que destilaban obras anteriores como ¨Sangre, Fácil¨ o ¨Fargo¨. Pero ¨O Brother!¨ no es sólo reveladora, idílica, emocionante y llena de acción, sino también tremendamente divertida; de hecho el humor negro del film, elevado casi a niveles surrealistas, atraviesa toda la trama, haciendo acto de presencia desde el primer momento, donde vemos al trío corriendo tras el ferrocarril e intentar subirse a él.

Y no es la única escena memorable que los directores nos regalan, sobresaliendo la de la ceremonia del Ku Kux Klan, la del hundimiento del valle, la persecución de ¨Baby Face¨ Nelson y por supuesto el momento en que los protas cantan, como los Soggy Bottom Boys (homenaje al grupo de ¨bluegrass¨ Foggy Mountain Boys), la inolvidable ¨Man of Constant Sorrow¨. Los personajes del film tampoco tienen problemas para imbuirse en la comedia del mismo, en especial el trío protagonista.
George Clooney sabe sacar su lado más autoparódico y payaso caracterizado como un Errol Flynn de garrafón y con una labia que pa qué como ese Everett Ulysess McGill, acompañado de unos brillantes Tim Nelson y John Turturro a los que se les da de miedo hacer de idiotas. Repitiendo con los Coen están John Goodman, en un pequeño papel que manda narices, Holly Hunter, tan odiosa como en ¨Arizona Baby¨, y un gran Charles Durning encarnando a ¨Pappy¨ ODaniel, parodia del que fuera gobernador de Texas, W. Lee ODaniel.

Todos estos elementos, seguidos del gran trabajo de fotografía de Roger Deakins, la grandiosidad de su puesta en escena, el cuidadoso diseño de producción de Dennis Gassner y los logrados efectos especiales, dan como resultado uno de los más brillantes trabajos de la filmografía de los Coen, tan alabado como infravalorado.
Para mí, sin duda, es de los mejores.


La Puerta del Cielo La Puerta del Cielo 15-10-2022
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Atravesando Wyoming en tren con destino a Johnson County, el tiempo perfila las líneas del cansado rostro de James Averill mientras dice adiós a un pasado lleno de felicidad y esperanza...

Adiós para, como marshal, encarar un presente de polvo y fuego en una tierra que se desangra. Y es que solo un adjetivo define como ningún otro ¨La Puerta del Cielo¨: tristeza, y con mayúsculas, tristeza ilimitada ante la realidad de un país forjado desde la codicia y el monopolio de la violencia siempre en beneficio exclusivo de las clases dominantes; tristeza ante ese falso sueño de prosperidad sólo alcanzable por unos pocos y desolación ante la imposibilidad de que algo cambie. Este punto de partida condiciona todas las secuencias de una gran obra que sería la principal responsable de la quiebra de United Artists.
La productora, ya en una difícil situación económica desde finales de los 70 y que la grandiosidad y los desajustes presupuestarios de aquélla hicieron empeorar. Un momento importante en el cine americano: tras los Oscar recogidos por la magistral ¨El Cazador¨, Michael Cimino parecía uno de los nuevos prodigios de Hollywood, alguien a quien no se le podía negar nada de cuanto pidiera por muy delirante que sonara su visión de la Historia de los EE.UU., convertida en terreno sobre el que asentar su alegoría sobre la violencia y la ausencia de algo parecido a la verdadera justicia.

Una idea que venía madurando desde hace tiempo pero nunca pudo llevar a cabo, a partir de la célebre y luctuosa Batalla de Johnson County de 1.892, uno de los más vergonzosos y ocultos acontecimientos que vivió la nación durante el siglo XIX, convenientemente ¨revisado¨ por él al guión (pues si bien se respetan nombres de individuos que realmente participaron en la guerra, los eventos narrados distan bastante de los auténticos). El film contiene alguna de las secuencias más bellas y largas del cine americano moderno; recordando la boda de Steven y Angela cuya extensión se alargaba casi una hora, ahora es otro gran momento el que abre la historia.
En este caso se trata con todo lujo de detalles la ceremonia de graduación de James y William en el Harvard de 1.870, de esos jóvenes apuestos y despreocupados que dos décadas después se habrán de convertir sin saberlo en implacables hombres de negocios conscientes de sus privilegios y de la necesidad de defenderlos a ultranza; la elipsis nos arrastrará de la mano del primero a esa lucha entre los miembros de la Asociación de Ganaderos de Wyoming y cientos de inmigrantes llegados al país procedentes de Europa atraídos por la posibilidad de establecerse como campesinos en la nueva tierra de las oportunidades.

Pero no tardan en darse cuenta de que tal leyenda no es sino un reclamo que al convertirse en realidad hace de ellos poco menos que un ingente ejército de mano de obra barata; a ese desgraciado despertar a la realidad se une el desdén de ese grupo de terratenientes y ganaderos que prefieren agotar los recursos del terreno, y poco importa que las leyes federales contemplen la posibilidad de asentar a miles de familias campesinas dedicadas a otros tipos de producción, ya que eso supondría el final del monopolio sobre la tierra y su uso. Y aquí está ese otrora licenciado James, quien decidió cambiar la toga por el menos vistoso y rentable uniforme de agente de la ley, como el único obstáculo entre inmigrantes y ganaderos.
Éstos lanzando una imagen denostable de los primeros, a quienes transforman en el arquetipo del anarquista, agitador o ateo, paso previo a la acusación de violentos y subversivos, palabras clave con las que predisponer a la opinión pública ante una matanza selectiva orientada a sembrar la huida de esos desheredados. Los colores que provee Vilmos Zsigmond a su fotografía refuerzan esa sensación de melancolía, que Cimino registra con un virtuosismo indescriptible y un romanticismo desgarrador para transmitir el horror y la desolación de la fatalidad histórica, como habrían hecho Peckinpah, Fuller o Huston.

Seguiremos de cerca a este entregado Kris Kristofferson, en su más compleja y conmovedora interpretación, recurriendo a los camaradas que tiene entre la población inmigrante; uno de ellos es la arrebatadora Isabelle Huppert como Ella, la ¨madame¨ francesa cuyo amor James comparte muy a su pesar con Nate, uno de los capataces de los ganaderos (Christopher Walken gozando de una presentación y un final soberbios, de lo mejor que ha hecho en su carrera). El director seguirá tejiendo el patrón circular que sostiene al argumento con un motivo esencial que parece ser ese recurrente vals.
Pero el último baile circular es sin duda el de la muerte, pues casi de forma inconsciente las víctimas, que no comprenden qué pecado puede haber en simple hecho de existir, se encaminan hacia su aniquilación, y sólo en el último instante, cuando la única defensa es la más desesperada, asumirán su papel en esa impactante batalla donde la violencia se perfila como la salida más sensata hacia la supervivencia y la salvación. Impactante en su uso de la destrucción y la crueldad, Cimino nos arrastra a un terrorífico espectáculo cuya minuciosidad por la conciencia del movimiento y el regocijo en el caos nos asfixia entre polvo, sangre, cadáveres, caballos sudorosos y tiránicas muertes.

Con secuencias de este tipo que dispararon el presupuesto y el carácter intratable del cineasta, quien llevó al extremo su libertad creativa, nació una leyenda negra que culminó en una sala de edición donde éste engendró o bien un delirio de autor iluminado y mesiánico o una epopeya trágica y forzosamente romántica sobre la Historia americana...
Epopeya que hizo romper sus lazos con una United Artists que encaró una de las catástrofes comerciales más estrepitosas del cine, al estrenar un horroroso montaje reducido, el cual, en su versión íntegra de más de tres horas (la mejor, claro) se alza como un ejercicio audaz y virtuoso...puede que uno de los últimos grandes ¨westerns¨.


Ejecutor Ejecutor 15-10-2022
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Si tienes que vengarte de la gente más peligrosa que existe ser amigo de Arnold Schwarzenegger es lo mejor que te podría pasar.
Nadie más capaz para hacer pedazos a los malos con toda la elegancia e ingenio que se requiere.

Pero tal vez este sea uno de esos trabajos que no se recuerdan como debieran; los fans acérrimos del austríaco sí, desde luego, pero no tanto a nivel general. El caso es que se encontraba en un buen momento de su carrera, habiendo saltado a la palestra de los mayores héroes de acción gracias a esa barbaridad tan ilógica como divertida y que tantos buenos ratos dio a nuestros padres llamada ¨Commando¨; sujeto a un contrato con el insoportable Dino de Laurentiis, decidió protagonizar este proyecto de dudosa clase para romper su sociedad.
Su origen era aún más extraño (una historia escrita por los conocidos guionistas Luciano Vincenzoni y Sergio Donati), pero son curiosos los giros del destino: el productor pretendía aprovecharse de la fama de la estrella y facturar un éxito de consumo rápido para poder seguir financiando una película que le estaba dando fuertes dolores de cabeza, la futura ¨Desafío Total¨, cuyo papel perseguía con ansias el anterior y siempre encontrándose con el rechazo del italiano...a quien la jugada le salió mal, pues esta ¨Ejecutor¨ no fue su soñado taquillazo, entrando la compañía en quiebra (lo que más tuvo que fastidiar a Laurentiis es que aquél terminase encarnando a Douglas Quaid...).

Retrocediendo cuatro años, aquí tenemos a un Schwarzenegger que ya ha asumido su papel de peso pesado de la acción palomitera, y así lo veremos en la presentación de su personaje Mark, un sheriff adusto e implacable que se dedica a cazar a los delincuentes por los agrestes terrenos a ritmo de ¨country pop¨ (una secuencia absurda como pocas en el género más próxima a las persecuciones de los films de Russ Meyer), un sheriff que por otra parte lidia con problemas como cualquier otro ser humano (si en ¨Commando¨ le veíamos de padre cariñoso aquí aparecerá de agente federal fracasado y marido torturado).
Este acercamiento al desarrollo dramático de su álter-ego y la historia que precedía a los créditos, dispuesta en el mundillo de la mafia y la corrupción social, define el tono de ¨Ejecutor¨ y le distancia así del anterior film del austríaco; donde antes sobresalían la acción desenfrenada y las dosis de humor intencionado como motor de la trama, aquí lo hacen el deseo de venganza y las intrigas policíacas al estilo de los 70 (de hecho Mark pregunta a su antiguo jefe Shannon si cree que es Harry, ¨el Sucio¨, cuando éste le pida acabar con un clan mafioso por la muerte de su hijo durante un trabajo de protección de testigos).

Es decir, que el buen hombre haga pedazos a una de las familias mafiosas más poderosas de la nación, y lo acepta sin preguntarse demasiado por las consecuencias; cosa lógica, teniendo en cuenta la esposa alcohólica y chiflada que ha de soportar (Blanche Baker, a quien odiamos nada más aparecer). Tras descolgarse con una extraña tragicomedia para románticos como ¨El Diario de las Tortugas¨, John Irvin regresa a su género habitual y se muestra efectivo en el manejo de la acción y en el juego de identidades del protagonista, mientras modela un mundo gangsteril áspero y brutal, realmente más cerca de los ¨thrillers¨ de los 70 al estilo de Winner o Fleischer.
Pero de repente las dosis de violencia y las implicaciones dramáticas se dan de bruces con instantes que vuelven al absurdo de ¨Commando¨, pues Schwarzenegger abandona a veces el tono serio para resolver los problemas como hacía el anterior John Matrix, contagiando al film ese gusto por el delirio palomitero (esto sí es de los 80), las demenciales secuencias de acción y las incoherencias con respecto a ciertas situaciones (el intento de asesinato de Mark...¿en mitad de una tienda de ropa a la vista de todo el mundo?) y las inútiles decisiones que toman los personajes.

En especial el desequilibrado Patrovita, que Sam Wanamaker disfruta interpretando como una niña con zapatos nuevos, y unos policías que siguen al protagonista y al final sólo dan vueltas aquí y allá sin un peso real, lo que le sucede de una forma similar a la poco inspirada Kathryn Harrold, quien debería tener más protagonismo y no desaparecer así como así de la historia (donde por cierto es bastante desaprovechada la idea del múltiple aviso de bomba falso); pero cuando ésta se desboca es durante su recta final, tan previsible y deliciosamente ¨kitsch¨ como podíamos esperar.
Es preciso olvidarse de todo, poner las neuronas a reposar y contagiarse del espíritu desenfadado, colorido y demencial de los 80, sólo así el espectador podrá disfrutar de una estampa tan propia de la década como es ver al amigo Arnold al volante de ese Buick Riviera blanco masacrando a los gángsters a golpe de metralleta con la mano derecha mientras conduce con la izquierda, y todo ello a ritmo del ¨I cant Get no Satisfaction¨ (¡que él mismo había puesto previamente en el radio cassette!...para sentirse inspirado suponemos). Era la época de ¨Corrupción en Miami¨ y esto no se siente estúpido, sino ¨cool¨ a todos los niveles, qué demonios.

En realidad lo que destaca aquí es la presencia de Robert Davi, maestro de ceremonias de la intriga y no tan considerado como se debiera. En otras cuentas, ¨Ejecutor¨ funcionó relativamente bien, pero no pudo ni puede quitarse ese hedor a producto de encargo hecho para explotar el carisma de la estrella de turno.
Entre dos obras más queridas por los fans y de mayor recaudación (¨Commando¨ y la posterior ¨Depredador¨), la que nos ocupa queda en tierra de nadie, esperando a ser aceptada algún día como el simple, efectivo y entretenido ¨thriller¨ de acción que es...


Persecución Mortal Persecución Mortal 15-10-2022
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En el cuerpo de policía todo es valor, honestidad y, ante todo, lealtad, ¿pero qué ocurre cuando esos principios sagrados son traicionados, violados? ¿En quién podrías confiar si aquél al que tú crees culpable es defendido por todos en tu contra?
Es la corrupción. Siempre la corrupción...y es hereditaria.

Si hubiera que escoger a una estrella de la acción de aquellos buenos años donde aún se hacía buen cine de acción (auténtico, y no como el de ahora), con permiso de Schwarzenegger, yo no elegiría ni a Seagal, ni a Van Damme, ni a Snipes. Sería Bruce Willis, por supuesto. Desde su ascenso a la gloria en ¨Jungla de Cristal¨, el actor vivía una etapa realmente fructífera y frenética, y tras probar suerte en la comedia con aquella genial ¨La Muerte os sienta tan Bien¨, volvería al cine de acción donde tan cómodo se sentía...pero lo que ignoraba es que iba a verse envuelto en una producción infernal.
El libreto, escrito al alimón por el autor y productor Marty Kaplan y Rowdy Herrington, director venido a menos del que sólo se le recordaba por ¨Road House¨, no fue del agrado de Willis, quien modificó algunas partes además de ir paseando su ego por el plató con muy poca consideración. Los tests de audiencia del film resultante sufrieron tal fracaso que hubo que modificar casi por completo el guión y volver a reunir al equipo para rodar nuevas escenas, todo bajo la pésima gestión de Columbia Pictures y el descontento de Herrington.

De ahí que muchos de estos problemas durante la producción sirvan para explicar los fallos de ¨Persecución Mortal¨, que primero iba a ser un drama y terminó en un ¨thriller¨ de acción más al uso, el cual arranca con una doble sucesión de acontecimientos, separados por grandes elipsis temporales pero conectados en el tiempo (qué táctica tan tramposa...). El primero se refiere a la secuencia de apertura: un asesino sádico que estrangula mujeres y que aún no ha sido atrapado. El segundo inicia la parte más importante e interesante: la situación que vive Tom Hardy, un agente de tradición familiar policíaca acorralado por el desprecio y las miradas de todos tras testificar en contra de su compañero y primo Jimmy.
A lo largo de este tramo, el más poderoso de toda la película, Herrington se revela como un cineasta capaz para filmar acción intensa y vibrante, desatando la aventura en esa persecución en la mejor tradición del género (las sombras de ¨Bullitt¨ y ¨The French Connection¨ están ahí) tras la cual un individuo misterioso acaba con la vida del padre de Hardy. Antes de otro salto en el tiempo Jimmy se arroja al río desde un puente, y como si de una terapia de expiación se tratase, veremos a Hardy trabajando a lo largo y ancho de esas aguas como patrullero de rescate mientras sólo es capaz de ahogar sus penas en el alcohol y la culpa.

El empeño que ponen Kaplan y Herrington para con el guión es notable, sin embargo todo el asunto de los problemas familiares en el seno de la policía seguidos de una más que evidente sospecha de corrupción, que escoraban la historia hacia un drama con ecos de Lumet, debía quedar algo coja para los productores. Por tanto se le adjuntaría toda una (sub)trama con aroma a manido ¨psychothriller¨ de los 80 en la que un criminal que tras años sin actuar regresa a las andadas (pero con métodos distintos), lo que desbanca las teorías de aquellos que mandaron a prisión a un hombre inocente y reafirma las de Hardy, quien tiene en ello un incentivo para seguir indagando sobre la muerte de su padre.
Así, ¨Persecución Mortal¨ querrá equilibrar y prestar la misma atención a estos dos argumentos que logran conectarse y activarse entre ambos...sin saber que uno de ellos (el drama del protagonista por la traición cometida, la culpa soportada y el incansable menosprecio de los suyos) podría sobrevivir perfectamente sin el otro. Entre medias de esta salsa de intrigas, confrontaciones, engaños, odios del pasado que nunca se sofocan, sueños hechos pedazos y terribles enigmas que salen a la luz, la intromisión de un personaje-tipo absolutamente innecesario.

Y es esa compañera que se le une a Hardy en su trabajo y que, más allá de los secretos que pueda albergar su identidad los cuales descubriremos más tarde, no deja de cumplir dos funciones básicas en este tipo de films: la de iniciar una relación amorosa con el protagonista y la de servir de cebo al asesino para usarlo en contra del anterior. Así, su función no pasará de ser (aunque el guión nos quiera hacer creer otra cosa) una pura formalidad. Herrington, como ya se ha dicho, sabe manejar con habilidad y sin alardes espectaculares el suspense y sobre todo la acción, brindándonos algunas secuencias de persecución intensas.
Willis, por su parte, se desenvuelve bien y sin mucho esfuerzo en la piel de ese (anti-)héroe acabado pero honrado dispuesto a limpiar su nombre que mezcla a su Hallenbeck de ¨El Último Boy Scout¨ con el Serpico del clásico de Lumet, siendo secundado por grandes actores como John Mahoney, Dennis Farina, Tom Sizemore y un Brion James detestable que está ahí para gritar al protagonista y poco más. Sí, la película tiene la desgracia de verse lastrada por sus irregularidades y malas decisiones en su guión, aunque la peor fue incluir en el reparto a una insulsa y repelente Sarah Jessica Parker previa al estrellato con ¨Sexo en New York¨, cuando salta a la vista que actrices como Jennifer Jason Leigh, Laura Dern, Patricia Arquette o Jeanne Tripplehorn habrían sido una mejor opción.

¿De quién fue idea?, eso me gustaría saber. Como quizás muchos pronosticaban ¨Persecución Mortal¨ terminó estrellándose en taquilla y siendo el blanco de crueles opiniones por parte de la crítica.
Es cierto, no pasará a la Historia dentro del ¨thriller¨ de acción ni de la carrera de Bruce Willis, pero nadie le quita el que sea realmente entretenida e interesante.


La Calle de la Vergüenza La Calle de la Vergüenza 15-10-2022
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El negro manto de la noche lo cubre todo. Se encienden las luces de los distintos locales; pronto la calle se verá viciada con el olor a alcohol y sexo.
Pues ya es hora de que los respetables hombres de negocios, los fieles esposos y los padres de familia salgan a divertirse. Esa hora en que las mujeres deben salir y vender la carne...

A mediados de los 50, Kenji Mizoguchi, cuya carrera se extiende a lo largo de treinta años con más de sesenta títulos, logró el éxito internacional gracias a ¨Vida de Oharu, mujer Galante¨, que triunfaría en el Festival de Venecia, seguida después de la gran acogida de ¨Cuentos de la Luna Pálida¨. El director, con 55 años, por fin es reconocido fuera de su país y considerado entre los maestros del cine mundial; en esta última etapa continúa su búsqueda de la perfección estética al tiempo que apuesta por el uso del color en las históricas ¨El Héroe Sacrílego¨ y ¨La Emperatriz Yang Kwei-Fei¨.
El esplendor que otorga la belleza plástica de los colores en ambas producciones las sitúan como cimas del arte cinematográfico para la crítica internacional, pero no para el director, quien temiendo ser considerado un formalista pretende abandonar tal etiqueta rodando la adaptación de ¨Osaka Monogatari¨, otra novela del gran autor Ihara Saikaku (y que acabará llevando al cine Kozaburo Yoshimura debido a su prematura muerte). Pero antes de embarcarse en tal proyecto, desea volver a reflejar la realidad del momento recurriendo al tema que le lleva obsesionando desde el inicio de su carrera y convertido en sello de identidad de la misma: la prostitución.

Por lo que, junto a Masashige Narusawa y su guionista Yoshikata Yoda, decide adaptar otra obra literaria, ¨Susaki no Onna¨, escrita por Yoshiko Shibaki, y que se convertirá por azar del destino en el epítome de este tipo de cine tan vinculado a él. ¨La Calle de la Vergüenza¨ se inicia con la panorámica (como hacía ¨Mujeres de la Noche¨) de la inmensa Tokyo para rápidamente sumergirnos en las entrañas de la ciudad y en el escenario central de la historia, un burdel llamado ¨El País de los Sueños¨ donde iremos conociendo a todos los personajes y su punto de vista frente a la situación social actual.
Situación que se condena enfrentando la nostalgia por la tradición (¨antes las mujeres parecían esposas de príncipes o gobernadores¨) con las mutaciones de un país reducido a cenizas en la guerra y maltratado por la posguerra, bajo la influencia norteamericana, o haciendo hincapié en el empeño de los políticos por prohibir la profesión; entorno social hostil del que no tarda en señalarse su hipocresía con una ironía ácida, pues aunque de día se desprecie a las mujeres para salvar las apariencias luego se las visita de noche en el burdel.

Y el burdel es la fortaleza que ellas eligen contra el mundo del dinero, agente de la opresión, y sobre todo de los hombres, de nuevo presentados por el cineasta como responsables directos de las miserias y la decadencia de la mujer. Esto queda bien reflejado en las cinco protagonistas (al contrario de ¨La Mujer Crucificada¨ Mizoguchi en absoluto se va a centrar en la dueña del lupanar, una esclavista más), quienes, como en el cine de Renoir, cada una tiene sus razones para ser como es, pero también portando en sí el sufrimiento que las ha conducido a ese estado: Hanae, que debe sacrificarse por su bebé y un marido sin trabajo y cobarde que prefiere perder la vida a enfrentarse a ella; Mickey, que huye de su hogar rechazando la hipocresía burguesa por la que aboga su padre, infiel y preocupado sólo del honor familiar; Yasumi, que se vende para pagar el aval de su padre, encerrado en la cárcel, y procurarse un futuro; Yumeko, que hace lo posible para asegurarle una buena vida a su hijo, quien la rechaza e insulta sin compasión al descubrir su oficio.
Todas ellas féminas que, de algún modo u otro, ya han aparecido en anteriores obras del director, y para las que los sueños son imposibles en una sociedad hecha por y para los hombres; incluso se priva de esperanza a Yorie, la única que se atreve a huir para luego volver a ese universo cerrado que es el prostíbulo, lugar donde en cierto sentido las mujeres reinan sobre el mundo masculino (la muchacha, que rechaza al padre y luego lo trata como un cliente; la avara, que se burla del hombre que se ha vuelto loco por ella).

Mizoguchi subraya la fuerza ejemplar que éstas poseen, tanto por su profunda sinceridad como por su cinismo lúcido. También las retrata con dureza, convirtiéndolas en pobres víctimas a la vez que en frías manipuladoras por necesidad, y repara en la violencia interior (cuando se pelean entre ellas) y en la exterior (representada en los clientes, que son mentirosos, groseros, borrachos y brutales). Pero sobre todo se pretende defender, frente a la ignominia de los hombres, la gran dignidad de la prostituta, que interpreta la comedia del sexo y el dinero porque ha comprendido que ese oficio es omnipresente en la sociedad.
Una sociedad mucho más repulsiva e infernal que el burdel (se rechaza a la madre hasta que enloquece, se roba al patrón por pasión sexual, se explota a la esposa como criada, se expulsa del hogar a pesar de tener un bebé y un marido enfermo...). Al principio y al final, un político amigo de la dueña insiste a las chicas en cómo ellos las protegen y cuidan de sus intereses, cuando en realidad éstas son las únicas en hacerlo, siendo Yasumi el ejemplo perfecto (¨si no actúas como ella nunca serás capaz de salir de aquí¨, dicen).

El japonés excluye todo discurso moralizador y se limita a mostrar los comportamientos, recurriendo con ello a una puesta en escena casi teatral durante la mayor parte del film (al igual que en ¨La Mujer Crucificada¨), un teatro de sombras humanas escondidas, bien en la oscuridad, que resalta el blanco y negro de la fotografía de Kazuo Miyagawa, o bajo máscaras (los maquillajes, las apariencias son necesarios en la explotación recíproca) para ocultar la verdad, encerrando a sus personajes en espacios reducidos, claustrofóbicos.

Un clima ciertamente asfixiante cuya tensión y desesperación irán en aumento hasta alcanzar su cenit en un impactante y desgarrador clímax. Las actrices, habituales del director y lo más destacado del plantel, demuestran gran talento y vitalidad y logran transmitir todas y cada una de las emociones que sus complejos personajes requieren, desde esas hipnóticas Machiko Kyo y Ayako Wakao hasta las más conmovedoras Michiyo Kogure, Hiroko Machida y Aiko Mimasu. El cine hace el resto, el cine capta la realidad en este guiñol trágico donde al final una chica asustada nos hace señas para que nos reunamos con ella en el burdel.
Así, la ¨comedia del sexo y el dinero¨ nunca termina, y aunque una mujer se vaya, otra vendrá a ocupar su lugar. El destino quiso que el último plano de la última obra de Mizoguchi (la primera que tuve el placer de descubrir, irónicamente) fuese esta desoladora secuencia donde una joven maquillada como mujer se oculte al mostrarse (o se muestre ocultándose...), resumiendo así la carrera del cineasta, quien aquí recupera lo que siempre le había fascinado en el neorrealismo: obtener la parte documental mediante la ficción a fin de mostrar lo verdadero. Y en ese sentido la película es un auténtico triunfo.

En Agosto de 1.956, a sus 58 años, el maestro, aquejado de leucemia, se despide tristemente para siempre desde la calle, su lugar predilecto, el único en el que ha logrado depurar su arte hasta convertirlo en el espejo de lo que constituye la realidad del ser humano.
La realidad del presente, que no puede resistirse al paso del tiempo debido a las leyes sociales, la de la omnipresencia del dinero, la violencia y el vicio, la del deseo de otros y del deseo propio, la de la fatalidad de la existencia frente a los amargos reveses del destino y la de la lamentable necesidad de disfrazarse de ilusiones.


Marcado por el Odio Marcado por el Odio 14-10-2022
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No todos los campeones nacen como campeones. A veces se ven obligados a emerger de las cloacas, limpiarse el fango, sacudirse el polvo, algo de sangre ajena y propia y mirar con determinación el presente y el futuro.
Así es como lo hizo Thomas Rocco Barbella.

Nacido a finales de los años 10 del siglo pasado, el tipo que luego se apodaría Rocky Graziano creció en territorio neoyorkino pero en el seno de una familia de inmigrantes italianos; además, el barrio en el que se cría es especialmente conflictivo debido a la pobreza y a las dificultades de adaptación a la sociedad anglosajona de sus habitantes, la mayoría de ellos procedentes del viejo continente. Él no es más que uno de esos centenares de jóvenes buscavidas envueltos en una carrera delictiva que no les lleva a ninguna parte; y acostumbrado a la calle, cumple a rajatabla con su código de honor.
Esto es: mantenerse respetuoso con esa familia a la que sin embargo sume en una zozobra constante, leal a sus amigos y compañeros de fatigas y dispuesto a mantener a golpes su bien ganado prestigio. Y si bien su historia real es mucho más rica en sombras que en luces, especialmente una vez llegado su momento de introducirse en el boxeo profesional en cuyos ambientes estuvo al parecer mezclado con los manejos de la mafia, lo cual estuvo a punto de dar por terminada su carrera deportiva, Hollywood decidió ser indulgente con él y convertirle en estrella de un ¨biopic¨ en el que ejemplificar algunos de los matices más recurrentes del ¨sueño americano¨.

Las cosas no salen como quieren los productores pues James Dean, a quien iba destinado el papel, fallece en Septiembre de 1.955, pero un camarada suyo y alumno del mismo Actors Studio llamado Paul Newman, había opositado para encarnar al boxeador y finalmente fue escogido (si bien su parecido físico, más cerca de Sterling Hayden o Victor Mature, era pura coincidencia). El natural de Ohio se enfrenta a una prueba de fuego donde demostrar sus habilidades e intentar encubrir el fiasco de ¨El Cáliz de Plata¨, por suerte le dirige un artesano tan capaz e inteligente como Robert Wise, que rechaza de plano filmar en estudio y decide hacerlo a pie de calle.
Es vital su deseo de lograr un realismo directo y crudo, pues la vida del protagonista así lo demanda; lanzado a la delincuencia y a ser perseguido por la policía, a patear las aceras, es sólo cuestión de tiempo que dé con sus huesos en una cárcel o reformatorio, mientras se le aparece el temible reflejo de un padre, boxeador fracasado que ahoga sus penas en el alcohol y calma su frustración a base de maltratar a sus propios vástagos. Wise nos introduce en este duro mundo y lo pinta cual lienzo con el blanco y negro deprimente que le provee Joseph Ruttenberg, a la vez que saca el mejor partido de los decorados, donde filma secuencias nocturnas, y la dirección artística de Malcolm Brown y el maestro Cedric Gibbons.

Todo ello mientras analiza lo que es la vida íntima del protagonista, en el entorno familiar y amoroso; su lucha desesperada por salir de la pobreza y un entorno social desfavorable viene a demostrar a esas nuevas y perdidas generaciones de los años 50 que era posible dejar atrás la marginación e insertarse en el éxito y en la cómoda vida de las clases medias, aunque deba de chocar con la sed de venganza de esa sociedad que considera que su lugar está en el ejército, donde le meterán en cintura; su madre, a quien da vida una soberbia Eileen Heckart, es el único atisbo de bondad y comprensión que halla.
Tras tener en el ejército algo parecido a ese hogar que dejó atrás en el instante de ser encarcelado, vuelve al duro y corrupto ambiente de las calles en los que otros chavales como él sueñan con ganar la gloria a base de puñetazos; aprenderá también que el boxeo se divide entre su deseo de regeneración y la codicia de agentes, promotores y mafiosos de todo pelaje que pretenden hacer de él una pieza más de su engranaje criminal. Sólo la presencia de un viejo amigo y la perseverancia de esa Norma convertida en su pareja en quien ve reflejada la sombra de la madre ausente le servirán de apoyo.

En manos de un director dotado para la narración concisa y equilibrada entre la pura acción, la intriga y los momentos de melodrama, sin olvidar que ya se inmiscuyó con eficacia en el ambiente pugilístico con ¨Nadie puede Vencerme¨, esta ¨Somebody Up there likes Me¨ se presenta tan ágil y entretenida como desgarradora, y logra atraer desde el primer momento las simpatías del espectador gracias a un personaje que ve los códigos callejeros reflejados en ese brutal deporte, que pelea en la vida real para triunfar ejerciendo la violencia, y que huye de la presión deshonesta y de la ley cuando se ve acorralado para no poner en peligro su prestigio.
De este modo, la lucha de Graziano es una lucha mil veces vista, sí, pero aquí es donde nos beneficiamos del buen oficio de Wise y de la presencia arrolladora de un juvenil Newman, que como alumno aventajado del Actors Studio supo ofrecer toda esa fuerza incontrolable y a punto de estallar que hacía de su encarnación del boxeador totalmente creíble; por otra parte, si bien su papel es el núcleo de toda la acción, otros de tipo secundario contribuyen de manera decisiva a trazar las líneas de esa atmósfera de perdedores que, en la habitual épica romántica de los 50, eran provistos de un punto de ternura y vulnerabilidad...

Destacar en este sentido a la magnífica Pier Angeli en el papel de la sufrida pero leal novia del héroe, y de Sal Mineo, que repite con ciertos matices esa figura trágica e incomprendida que tan buen resultado arrojara en su John de ¨Rebelde sin Causa¨.
Alternándose entornos conocidos del universo del boxeo con otros procedentes del melodrama carcelario y una introspección de personajes dura y cercana, ¨Somebody Up there likes Me¨ conserva su fuerza, discurso y poder visual y dramático intactos. El trampolín para Newman y bien merecedora de esos dos premios Oscar.


El Gran Carnaval El Gran Carnaval 14-10-2022
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En muchos aspectos una nueva etapa va a iniciarse en el cine de Billy Wilder; después de rasgar hasta los hígados del propio Hollywood con su demoledora ¨Sunset Boulevard¨, que irónicamente ha sido una sensación en la ceremonia de los Oscar...

Aquél se separa de su magnífico colaborador Charles Brackett y va a prepararse para ejercer de productor además de guionista, dado que el tremendo éxito de su anterior obra le dio la suficiente confianza como para exigir un control creativo total sobre la producción...pero ésta va a estar plagada de problemas, y desde el principio, desde que Victor Desny confecciona una historia basada en la tragedia de William F. Collins, explorador que en 1.925 quedara atrapado en la cueva de Sand Cave y el incidente se convirtiera en uno de los fenómenos periodísticos más grandes de todos los tiempos al convertirse su rescate, por desgracia fallido, en todo un circo.
Un ejemplo más acerca de la falta de dignidad de los medios de comunicación que aseguraron al director el pilar para la recreación de aquellos hechos, un borrador adquirido sin permiso y que le costaría una demanda judicial; en un acuerdo con Warner los de Paramount consiguen a Kirk Douglas, quien da vida a Charles, reportero distinguido por su carácter agresivo y afición al alcohol. Wilder se esfuerza por perfilar a este personaje desde su violento cinismo y cada línea de diálogo, palabra o gesto que profiere lo corrobora, y sobresale nada más llegar a la nueva oficina de Alburquerque donde termina trabajando después de perder su empleo original en New York.

Pero atento a cuanto le rodea y a la posibilidad de hallar una noticia de alcance nacional que reverdezca sus viejos laureles profesionales, cree haber encontrado su salvación cuando en el transcurso de un reportaje de rutina sobre ciertas costumbres locales descubre que un tipo, Leo Minosa, ha quedado atrapado en una vieja mina, y aquí es donde el director se levanta feroz en su descarnada crítica al negocio del periodismo sensacionalista, haciendo de ¨Ace in the Hole¨ el vehículo perfecto con el que denostar desde la razón y la indignación a esa modalidad de supuestos informadores y a la bienpensante sociedad.
Sociedad íntimamente confundida por astutos charlatanes habituados a enardecer los instintos más primarios y encantada de figurar como colaborador necesario y pasivo de las trampas de sus protagonistas, a cuya cabeza se sitúa Charles, paradigma del manipulador y trasunto de William Miller, quien cubrió el rescate de Collins (como él, también aspira a ganar el Pulitzer). Pero éste no acapara la exclusividad de la maldad humana expresada con malicia por Wilder, pues para él esta es la visión de un mundo del periodismo que, lejos de informar remitiéndose a la crudeza desnuda de los hechos, los retuerce y falsea a su antojo.

Y con el propósito de generar una expectativa basada en el morbo y traducida simplemente en el beneficio económico de quienes participan en el progreso, en este caso, tal como los muestra el guión, son el entusiasta y en principio idealista compañero de viaje (Herbie) y la esposa lujuriosa de Minosa (Lorraine), ¨femme fatale¨ que cambia su decisión de abandonarle a él y a sus pobres negocios por una más que complaciente recogida de beneficios constantes.
Sin olvidar por supuesto a ese representante local de la ley y el orden (Kretzer), más interesado en su permanencia en el cargo que en salvar la vida de uno de sus conciudadanos, y pasando por una pléyade de individuos más o menos respetables que obtienen un lucro directo o indirecto al convertirse su pequeño pueblo en el foco de interés de todo el país, pues en pocos días lo que hubiese sido una misión casi rutinaria de salvamento se ha transformado en un gran espectáculo de masas que hace a la película estar ordenada de manera gradual, como si el guión emulara las fases de creación y crecimiento casi ilimitado de la gran bola de nieve informativa.

Así, mientras a lo largo del metraje nos preguntamos perplejos hasta dónde puede llegar la perfidia de todo este asunto, sólo nos resta abandonarnos a la crudeza de un señor director que se regocija en la amoralidad del más alto orden, pues los personajes implicados que contemplamos ejercen la maldad, se nutren de ella, como monstruos indignos, despojados de toda ética, y al final nadie en absoluto puede apelar al beneficio de la redención, proyectando la sombra enfermiza de una sociedad ávida de emociones fuertes, tan hipócrita, silenciosa y manipulable como peligrosa, y que de manera sistemática ignoran el sufrimiento de aquellos que les son más cercanos.
Unos y otros pueden ser responsables en última instancia de la muerte de un pobre tipo cuyo único error consiste en encontrarse con su destino en un momento equivocado. Este es el entorno de mohosas esquinas donde hemos de aparcar nuestras sensibilidades; interiores asfixiantes de oscuridad total (destacando esa caverna cada vez más privada de oxígeno) y exteriores áridos en cuya tierra se derrama el nihilismo en forma de pegajosos efluvios sudorosos, ambientes que Wilder compone gracias a la inestimable ayuda de los genios Charles Lang (a la fotografía) y Earl Hedrick (a la dirección artística).

Si bien esta es una obra donde todas las virtudes técnicas son necesarias para sumergirnos en sus registros visuales y sonoros, de gran carga emocional (pero emociones viscerales y truculentas que ponen a prueba la fuerza de nuestra mente y espíritu). Nada de esto impidió su fracaso de taquilla en la época...
¨Ace in the Hole¨ fue un audaz aldabonazo en la conciencia de una sociedad que acepta como algo natural la perversión de los más elementales rasgos de humanidad, y resiste el paso del tiempo sin perder un ápice de fuerza y cinismo...pues muchos paralelismos para nuestra desgracia podemos extraer respecto de nuestra sociedad actual. Todo sigue siendo una gran mentira, parte sustancial de un espectáculo que no por repugnante resulta menos atractivo.


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